La Nouvelle Vague: la revolución del cine que vino de Francia
La Nouvelle Vague (Nueva Ola en francés) fue un movimiento cinematográfico de carácter revisionista que surgió en Francia a finales de los años 50 y que cambió la manera de apreciar el cine y su lenguaje para siempre. Dedico estas líneas a repasar en qué consistió la Nouvelle Vague: la revolución del cine que vino de Francia.
Como otros movimientos culturales y sociales que afectaron a la cinematografía, la Nouvelle Vague es inseparable de los conflictos que vivió la generación de la recuperación de Francia después de la Segunda Guerra Mundial. Temas como el colaboracionismo, el colonialismo, la brecha generacional o el desencanto juvenil marcaron esa época y permearon a la sociedad y a las artes.
Lo mismo ocurrió con otros movimientos cinematográficos como el Expresionismo Alemán y el Neorrealismo Italiano. Son fruto y reflejo de su momento y difícilmente entendibles si no se conoce la historia y las sociedades donde se gestaron.
1. ¿Qué es la Nouvelle Vague?
La nueva ola del cine francés no fue un movimiento organizado en torno a una escuela ni nada parecido. Cuando hablamos de Nouvelle Vague hablamos de un grupo de jóvenes cineastas y críticos que se opusieron a los esquemas estéticos y narrativos del cine tradicional, el que ellos llamaron en francés el “cinéma de qualité” y que reivindicaron una nueva forma de expresión cinematográfica más cercana a la realidad.
2. Orígenes de la Nouvelle Vague
El nacimiento de la Nouvelle Vague está profundamente ligado al ambiente cultural y social del París de posguerra. Francia vio nacer en aquel entonces una generación de intelectuales, críticos y cinéfilos que disfrutaban analizando películas en la Cinémathèque Française bajo la dirección de Henri Langlois.
Sin embargo, el pilar teórico e ideológico de la Nouvelle Vague fueron las páginas de la revista Cahiers du Cinéma. Un magnífico ejemplo de la influencia de las Revistas de Cine en el ecosistema cinéfilo. Ésta en concreto –cuyo primer número se publicó en abril de 1951- fue fundada por un puñado variopinto de distribuidores, críticos y amantes del cine: André Bazin, Jacques Doniol-Valcroze, Joseph-Marie Lo Duca y Léonide Keigel.
Las páginas de estos Cuadernos de Cine acogieron a jóvenes filmmakers como François Truffaut, Jean-Luc Godard, Claude Chabrol, Éric Rohmer y Jacques Rivette. Esta tribuna les permitió teorizar y presentar su visión del cine como un arte de autor, un concepto en sí mismo opuesto al cine americano o cine de estudio.
Eso no quiere decir que los teóricos de la Nouvelle Vague no defendieran el cine hecho por algunos directores estadounidenses como Orson Welles, Alfred Hitchcock o Howard Hawks. De hecho, los elevaron a la categoría de creadores, categoría que se les escatimó en la fábrica de Hollywood. Y es que los integrantes de la Nouvelle Vague fueron firmes defensores de la politique des auteurs (Política de los Autores), que consideraba a los directores como creadores de las obras audiovisuales que dirigían y no como una pieza más de la maquinaria productora del cine.
3. Características estilísticas y narrativas de la Nouvelle Vague
La Nouvelle Vague se caracterizó por una ruptura formal con las convenciones del cine clásico. Sus películas -normalmente de presupuesto reducido- se rodaban en escenarios reales, con luz natural, sonido directo, cámaras ligeras y, en muchos casos, con actores no profesionales. Narrativamente, estos filmes se articulaban en estructuras fragmentadas, saltos temporales, elipsis abruptas, ruptura de la cuarta pared y desenlaces abiertos.
Al salir de la producción industrial de alto coste y abordar historias con medios técnicos inferiores y condiciones menos “profesionales”, los cineastas de la Nueva Ola podían permitirse una libertad creativa mayor. Tenían la firme voluntad de experimentar con el lenguaje cinematográfico cuestionando la linealidad del relato, la identificación emocional con los personajes y los géneros convencionales y así lo hicieron en sus películas.
En cuanto a los temas que abordaron los cineastas de la Nouvelle Vague, eran en su mayoría el amor y las relaciones de pareja no convencionales, los conflictos generacionales, el sentido de la vida, las reflexiones meta-cinematográficas o el anticolonialismo.
4. Vínculos entre Cahiers du Cinéma y la Nouvelle Vague
Cahiers du Cinéma no solo fue la cuna ideológica de la Nouvelle Vague: fue su plataforma de legitimación. Los críticos-directores partieron de la teoría para llegar a la práctica, marcando un antes y un después en la crítica cinematográfica. La “política de los autores”, popularizada internacionalmente por Truffaut en su ensayo Una cierta tendencia del cine francés (1954), influyó también en movimientos posteriores como el Nuevo Cine Alemán, el Free Cinema británico o el Nuevo Hollywood de los años 70.
Además, el diálogo entre crítica y creación hizo que Cahiers pasara de ser una revista de cinéfilos a una publicación de referencia global del pensamiento cinematográfico, convirtiéndose en fuente de la que bebieron futuras generaciones de directores.
5. Robert Bresson. Padre espiritual de la Nouvelle Vague
Junto a Jean Renoir y Jean Vigo, Robert Bresson hizo un cine que prefiguraba y entroncaba directamente con la Nueva Ola del cine francés. En sus películas, Diario de un Cura Rural (1951), Un Condenado a Muerte se ha Escapado (1956) o El Dinero (1983) se refleja su gusto por la depuración expresiva alejada de la teatralidad y su apuesta por la imagen, el sonido y el montaje como elementos fundamentales del cine, tan cercanos al espíritu de la Nouvelle Vague.
Nuevamente Cahiers du Cinéma acogió las opiniones de los jóvenes cineastas sobre Bresson. Godard lo calificó como el más grande cineasta francés y señaló que Pickpocket (1959) era una de las películas más importantes del cine moderno. Truffaut también lo consideró una figura clave en la transformación del cine francés por su capacidad para romper con el cine tradicional. Rohmer fue uno de los críticos que más activamente defendió a Bresson desde Cahiers. Veía en su cine una dimensión trascendental y moral de gran nivel. Bresson fue para Rohmer el ejemplo de cine como forma de búsqueda interior. Lo mismo ocurría con Jacques Rivette, para quien Bresson era el más puro de todos los cineastas, y sus análisis sobre su cine desde la revista lo colocaban como el máximo referente del “cine esencial”. Lo llamaba un cineasta de lo invisible, por su capacidad de sugerir más que mostrar.
6. Principales Directores de la Nouvelle Vague
Estos jóvenes cineastas aprendieron cine viendo cine, de ahí que la mayoría de ellos fueran también críticos. A pesar de desarrollar su propia visión y estilo cinematográfico, admiraron a algunos de los directores clásicos más influyentes. Los siguientes son los que destaco:
6.1. Agnès Varda
Varda dirigió su primer largometraje, La Pointe Courte (1955), cuatro años antes de que se estrenaran Los 400 golpes (1959) de Truffaut o Hiroshima Mon Amour (1959) de Resnais. En esta película, Varda anticipa muchos aspectos clave de la Nouvelle Vague como el rodaje en escenarios reales, la mezcla de actores profesionales y no profesionales, una estética sobria, casi documental y una narración fragmentada. Así que bien puede decirse que es la primera película de la Nouvelle Vague antes incluso de que el Movimiento se llamara así. En realidad, Varda está más relacionada con la «Rive Gauche» (orilla izquierda) del cine francés, junto a cineastas del Cine Experimental como Chris Marker, Alain Resnais o Jacques Demy, que con la Nouvelle Vague.
6.2. François Truffaut
Fue uno de los principales teóricos del grupo y debutó como director con Los 400 golpes (1959), un filme autobiográfico sobre un adolescente rebelde que se convirtió en uno de los grandes manifiestos del movimiento. Truffaut exploró la juventud, la familia, el deseo y el arte de contar historias en películas como Disparad sobre el pianista (1960) o Jules et Jim (1962).
6.3. Jean-Luc Godard
Considerado el más radical del grupo, debutó con Al final de la escapada (1960), donde rompió las normas del montaje con sus célebres jump cuts, diálogos improvisados y referencias al cine clásico. Sus siguientes filmes, como Vivir su vida (1962) o El desprecio (1963), llevaron aún más lejos la exploración filosófica y política del lenguaje audiovisual.
6.4. Claude Chabrol
Sus largometrajes El Bello Sergio (1958), seguido por Los Primos (1959) marcaron una época. Su cine, más narrativo y cercano al thriller psicológico, reveló una mirada crítica hacia la burguesía francesa.
6.5. Éric Rohmer
Más literario y reflexivo, Éric Rohmer exploró los dilemas morales y amorosos de personajes urbanos en películas como La coleccionista (1967) o Mi noche con Maud (1969). Su cine destaca por los diálogos filosóficos y una estética depurada. Es denominado «Cine de prosa» y su estilo ha sido imitado por múltiples cineastas por todo el mundo.
6.6. Jacques Rivette
El más experimental del grupo, Rivette abordó el cine como un juego de estructuras y representación. Películas como Paris nos Pertenece (1961) y La Religiosa (1966) son claves para entender su obsesión con el complot, la teatralidad y la construcción de la realidad. La longitud de su obra suele superar las 3 horas, volviéndose algo experimental.
6.7. Louis Malle
Louis Malle nunca fue miembro oficial de la Nouvelle Vague. Fue contemporáneo de los cineastas del grupo y compartió con ellos muchas de sus inquietudes formales y temáticas, pero siempre conservó una independencia estilística notable. Como Godard, Louis Malle era gran admirador del Cine Negro americano y de sus códigos. Su película Ascensor para el Cadalso (1958) se rodó en exteriores, con luz natural, cámara en mano y sonido directo. En Los Amantes (1958), con Jeanne Moreau, explora la sexualidad femenina de forma directa, lo que provocó escándalos y censuras en varios países.
7. Legado de la Nouvelle Vague
La Nouvelle Vague no solo renovó el cine francés, sino que propició un cambio global en la forma de concebir, producir y ver películas. Su influencia se extiende a autores de todo el mundo como Martin Scorsese, Wong Kar-wai, Quentin Tarantino o Pedro Almodóvar, y su espíritu sigue vivo en el cine independiente actual. Más que un estilo, fue una actitud frente al cine, una llamada a hacer películas con libertad, riesgo y autenticidad.
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