Cine Clásico del Oeste. Cinco Directores Imprescindibles
El western es más que un género cinematográfico. Es un compendio del ideario fundacional de un país -los EEUU de América- que la industria audiovisual ayudó a crear, jugando su papel en la construcción del mito. Dedico esta entrada a Cinco Directores Imprescindibles del Cine Clásico del Oeste.
De entre todos los profesionales de Hollywood que inventaron y engrandecieron el cine clásico del Oeste, hay cinco nombres sin los cuales el género no existiría tal como lo conocemos. John Ford, Anthony Mann, Howard Hawks, William Wellman y Sergio Leone son autores de algunas de las Mejores Películas del Oeste.
Desde su singularidad estilística y moral, cada uno de ellos definió el western como espacio narrativo total, donde se debaten el destino individual y el orden colectivo, la violencia y la utopía. También aportaron su diferente manera de mirar la frontera y las historias que ocurrieron en ella.
John Ford: Cine Clásico del Oeste en estado puro
Uno de los grandes del cine en general y del western en particular, del que es considerado el gran patriarca. John Ford construyó una épica lírica y monumental que fundó las bases visuales y éticas del western clásico. En obras como La diligencia (1939), Pasión de los fuertes (1946), Centauros del desierto (1956), Dos cabalgan Juntos (1961) o El hombre que mató a Liberty Balance (1962), Ford elevó el género a categoría de tragedia griega.
John Ford tocó muchos de los subgéneros del cine del Oeste, como lo demuestra su trilogía de la caballería compuesta por Fort Apache (1948), La Legión Invencible (1949) y Río Grande (1950). Diferentes historias que ensalzan los valores del ejército norteamericano en su lucha contra los indios como representación del esfuerzo y el sacrificio.
Su estilo combina la majestuosidad del paisaje —Monument Valley como escenario simbólico— con una especial atención a la comunidad, la familia, la amistad, la solidaridad, la ley y la memoria. Como no podía ser de otra manera, John Ford se convirtió en uno de los Directores de Cine más influyentes en generaciones posteriores. Creó escuela no sólo por su estética sino también por su ética. De hecho, su influencia llega hasta Kurosawa, Scorsese o Spielberg, quienes reconocen en él un maestro del encuadre, la emoción y el relato fundacional.
Anthony Mann: el alma del Cine Clásico del Oeste en los años 50
Representa la bisagra entre el clasicismo fordiano y la modernidad psicológica del western de los años 50. En colaboración con James Stewart, firmó películas del Oeste esenciales como Winchester 73 (1950), Colorado Jim (1953), Tierras Lejanas (1954) o El Hombre de Laramie (1955). El Hombre del Oeste (1958) ésta con Gary Cooper como protagonista, fue su último Western y quizá la obra cumbre de su carrera; el pistolero redimido retorna al pasado para defender los valores de la nueva sociedad que se está construyendo.
Mann introdujo una fisura esencial en el Héroe: sus protagonistas son hombres atormentados, marcados por traumas, cuya redención se gana en la frontera del sufrimiento. Su western es de paisajes agrestes y almas fracturadas, con una puesta en escena que tiende al noir y una profundidad emocional que influenció tanto a Sam Peckinpah como al western revisionista de los años 70.
Howard Hawks y su Trilogía de Vaqueros del Oeste
Fue otra figura fundamental de la historia del cine clásico que incursionó en el género del Oeste dotándole de una mirada menos solemne y más humana. Río Rojo (1948) fue su primer Western, con un John Wayne ambiguo, un Antihéroe más tiránico que heroico. Pero sería Rio Bravo (1959) la película que condensaría su filosofía: un grupo de hombres enfrentados al peligro, guiados por la lealtad, la competencia y un código tácito de honor. Su trilogía de vaqueros se completa con El Dorado (1966) y Río Lobo (1970). Su temática es simple: un hombre de ley que -ayudado por un pequeño grupo de personas- se enfrenta a los villanos pero su lirismo y magníficos diálogos hacen de esta trilogía un imprescindible con mayúsculas.
Hawks no hablaba en sus películas de la nación sino del grupo, del profesionalismo como forma de integridad moral. Su western influyó enormemente en el Cine de Acción moderno y en autores como Carpenter o Tarantino, quien ha reivindicado a Rio Bravo como una de las grandes obras de la narrativa cinematográfica.
William A. Wellman y sus westerns atípicos
Aunque menos celebrado que Ford o Hawks, William Wellman dejó una huella decisiva en la evolución del género. Su película Incidente en Ox-Bow (1943) es un western atípico, casi existencialista, donde la violencia colectiva y la justicia sumaria se examinan con una mirada sombría y crítica. A esta inicial obra maestra suceden otros dos westerns muy especiales. Wellman volvió a trabajar con el guionista Lamar Trotti en Cielo Amarillo (1948). Esta película, que se basa en una novela de W.R. Burnett, cuenta con un personaje femenino poderoso encarnado por Ann Baxter y escenas únicas dotadas de gran magnetismo (1948). Su otra gran contribución al género del Oeste es Caravana de Mujeres (1951), en la que Wellman trata con gran respeto a sus protagonistas.
Wellman era un cineasta todoterreno. Como héroe de guerra que fue, dirigió buenos ejemplos de Cine Bélico y de aviación. De hecho, su película Alas recibió el primer Oscar a la Mejor Película en 1927. Él abordó el western con una dureza seca, evitando la grandilocuencia. Su estilo, de puesta en escena sencilla, directo y pesimista, anticipa el revisionismo de los años 60 y 70, y fue una clara influencia para directores posteriores como Sidney Lumet o Clint Eastwood en su vertiente más ética y desencantada.
Sergio Leone y el Spaghetti Western
Revolucionó el western desde el otro lado del Atlántico. Con su trilogía del dólar —Por un Puñado de Dólares (1964), La Muerte tenía un Precio (1965) y El Bueno, el Feo y el Malo (1966)— y su obra maestra Hasta que llegó su Hora (1968), creó un western diferente, barroco y profundamente estilizado. Estamos ante el Spaghetti Western con mayúsculas. Leone dinamitó las convenciones del western clásico: la moralidad se diluye, el tiempo se dilata, la violencia se hace estética y la banda sonora de Ennio Morricone se convierte en lenguaje dramático y, de paso, cambia para siempre la Música del Oeste.
Su estilo, caracterizado por el montaje elíptico, los planos extremos y los silencios cargados de tensión, influyó decisivamente en autores como Peckinpah, Tarantino, los Coen o Eastwood. Leone no imitó el western: lo resucitó y lo transformó en un espectáculo casi operístico.
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