Crítica de Presence de Steven Soderbergh
Después de su paso por el Festival de Sitges de 2024, como película inaugural, llega a salas españolas la nueva película del afamado director de Ocean’s Eleven (2001) o Traffic (2000). Aquí os traigo mi crítica de Presence de Steven Soderbergh, uno de los estrenos de cine más interesantes de este mes.
Steven Soderbergh es uno de los directores de cine norteamericanos más versátiles del panorama cinematográfico actual. Su filmografía navega entre proyectos de encargo, otros de gran atractivo blockbuster, como Ocean’s Eleven, Magic Mike o Traffic, y proyectos más personales e independientes. Hablo de películas como Sexo, Mentiras y Cintas de Vídeo, Unsane o Kimi. También firma títulos que se mueven entre ambos mundos, protagonizados por actores con tirón comercial y aproximaciones más independientes. Ahí encontramos Contagio, Che o Sin Movimientos Bruscos.
Presence entra en la categoría de cine independiente, personal y arriesgado. Quizá tanto como lo fue Unsane, thriller psicológico con elementos de terror y suspense que Soderbergh rodó con un Iphone 7 Plus. Igual que en la que nos ocupa, el apartado visual y narrativo que sustenta toda la película, lo que llamamos dispositivo, era realmente potente e interesante. Incluso perdonando los altibajos de su guion, funcionaba.
Su nueva película está narrada enteramente desde el punto de vista de un fantasma, uno de los subgéneros más característicos de las Películas de Terror. Un ente invisible tanto para los personajes como para el espectador que habita en la casa donde se desarrolla toda la historia. Para ello, Soderbergh rueda cada secuencia en un solo plano sin cortes y a tiempo real, con una visión angular y amplia del espacio y con total libertad de movimiento. En este caso ha empleado una cámara ligera y de escaso tamaño, para así conseguir esta movilidad. Esta elección provoca que el director rechace conscientemente muchas convenciones cinematográficas y de puesta en escena, en un ejercicio libre y original. Además, dota de personalidad e intención a la propia cámara (siendo él mismo el operador) al fluir por las secuencias buscando focos de atención. Nada se siente aleatorio ni injustificado, al contrario.
En el mismo año de estreno de una película como De Naturaleza Violenta, cuya radical propuesta de punto de vista se puede comparar con la de Soderbergh, Presence destaca. Mientras una traicionaba sus propias reglas mediante el montaje, la otra se mantiene fiel a sus propias reglas. Y por esta originalidad, puede ser una de las películas de fantasmas más interesantes de los últimos años. No alcanza el nivel de obras maestras como Personal Shopper, Skinamarink o A Ghost Story por cuestiones a las que entraremos a continuación, pero desde luego es destacable.
Voy a los elementos que fallan en Presence. El más grave es su clímax y se debe tanto a una cuestión de guion como de dirección. La historia sigue a una familia con serios problemas de comunicación. La hija sufre de un trauma que la atormenta y solo su padre parece tratar de ayudarla. Mientras, la madre solo presta atención a su engreído hijo. Si bien los personajes están muy bien definidos y sus arcos funcionan (mediante muy buenas elipsis), el desenlace se siente algo forzado. Primero porque el giro de guion hay que cogerlo con muchas pinzas, y segundo porque la resolución está terriblemente apresurada. Para mí, exigía algo más de pausa y sensibilidad. Finalmente, la película no será recordada por su desenlace sino por su drama familiar.
Además, hay una clara disparidad en los intérpretes. Mientras que la hija (Callina Liang) y el padre (Chris Sullivan) son realmente buenos en sus papeles y aportan muchísimo a la película con su presencia, la madre (Lucy Liu) y sobre todo el hijo (Eddy Maday) están muy por debajo. Quieras que no, esto termina afectando al resultado final.
En definitiva, una original película de fantasmas y una de las propuestas más interesantes del Soderbergh reciente.
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