Crítica de la Serie de TV «We are who we are» de Luca Guadagnino
Un abrazo antes que mil palabras
Esta sería la frase que mejor define a esta serie. Os dejo con mi crítica de la serie de TV We are who we are de Luca Guadagnino.
«El deseo es el acto político más potente» decía Luca Guadagnino recientemente en una entrevista acerca de una de sus últimas películas, Hasta los Huesos (Bones & All, 2022, EEUU). En ella pone de manifiesto uno de los elementos más frecuentes de su filmografía; “En un mundo tan controlado como éste, es necesario reivindicar precisamente lo contrario, lo salvaje. El deseo no es una acción sin límites, sino que siempre tiene clara consciencia del otro. El deseo existe porque existe el otro”
La obra de Guadagnino siempre ha tenido fijación por los cuerpos. Su estilo -así como el de otros directores tales como Claire Denis– navega entre diferentes géneros, pero siempre prestando atención al lenguaje corporal.
En este sentido, un ejemplo de lo anterior sería el filme Buen Trabajo (Beau Travail, 1999, Francia), donde Claire Denis rueda el entrenamiento de un grupo de soldados, enfatizando el vínculo «homoerótico» entre sus personajes a través del físico. Los habitantes del mundo del director italiano Luca Guadagnino se mueven y actúan de manera espontánea, excéntrica o irracional, pero siempre empujados por el deseo.
Elio observa a Oliver como a uno de los atractivos bustos romanos que le rodean en la película Call me by your name (2017, Italia). La danza macabra de las brujas en Suspiria (2018, Italia) traduce el movimiento de las intérpretes en violentos ataques al cuerpo de sus víctimas. Y en la antes citada Bones & All, el romance entre los protagonistas llega a su clímax cuando ella debe comerse el cuerpo de su amado hasta los huesos.
Tenéis mi crítica de la última película de Guadagnino, Challengers, aquí.
Para el público que ha seguido de cerca la filmografía de Guadagnino, We Are Who We Are (2020, Italia) -hasta ahora su único proyecto de serie de TV- es la culminación de toda su obra. Tanto el argumento como algunos de sus temas enlazan con la película de Claire Denis antes citada.
La historia tiene lugar en una base militar estadounidense situada en Italia. Como es habitual en su director, el protagonista llega a un nuevo lugar al que debe de llamar hogar. Fraser es un adolescente incontrolable e impredecible.
Sus acciones son tan incomprensibles para nosotros como para él. El único que parece entenderle es el otro protagonista; Harper, una chica plácida y de pocas palabras que está comenzando a cuestionarse su género en un entorno autoritario y retrógrado.
Aunque sean personas tan opuestas, hay algo que les hace inseparables. En solitario, desafían y agreden a todos aquellos que tratan de ayudarles o entenderles. Juntos, son imparables.
La mejor manera de entender esta química es por medio del estilo de Guadagnino. El director presenta a sus protagonistas en dos capítulos separados. Sus imágenes son pausadas y deliberadamente dispersas. Algunas de ellas incluyen violencia o una mesurada tristeza. En cambio, a partir del tercer episodio, la imagen comienza a estilizarse y el ritmo parece acelerarse. Se muestra cómo avanza su relación, cómo se acompañan el uno al otro en su autodescubrimiento. En el cuarto capítulo se celebra una fiesta anárquica, donde los cuerpos parecen fusionarse en una coreografía puramente sensual y deleitantemente estética. En cambio, en los momentos en los que Fraser y Harper no pueden estar juntos, como el luto por un personaje fallecido, el director literalmente paraliza los cuerpos en imágenes sin movimiento.
Bajo las normas de Guadagnino, nadie se mueve porque sí. Todos actúan según sus deseos más profundos, como el deber de servir a tu país o abrazar una nueva religión. Al final de la serie, Fraser y Harper corren desesperados para encontrarse y darse un último abrazo. Y, al contrario de lo que se habían prometido, comparten un beso que les une para siempre.
La miniserie de TV, de 8 capítulos, se encuentra a día de hoy disponible en HBO y FILMIN.
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