Crítica de la serie de TV Yakarta de Diego San José
Se acaba de estrenar en Movistar+ la nueva serie de Diego San José: Yakarta, que apunta a ser una de las mejores series españolas de 2025. Sigo con mi crítica de la misma.
Todos hemos visto alguna vez un drama deportivo. Rocky (1976). Toro Salvaje de Martin Scorsese (1980). Karate Kid (1984). Happy Gilmore (1996). Million Dollar Baby (2004). Historias de superación. De ascenso y caída. Que usan el deporte como método para que sus personajes alcancen una epifanía o una revelación. Un sentido a sus vidas. Y también hemos visto películas en las que un profesor fracasado halla su camino hacia la felicidad a través de un alumno. Clásicos como El Club de los Poetas Muertos de Peter Weir con música de Maurice Jarre (1989) y obras más recientes como The Holdovers (2023). La fusión entre ambos es bastante frecuente, y la verdad es que estamos muy acostumbrados a ella.
La nueva serie de Diego San José -quien el año pasado estrenó la magnifica Celeste también en Movistar+- parte de este género tan visto. Joserra (Javier Cámara) es un fracasado. Un exjugador olímpico de Badminton, que sobrevive a duras penas como profesor de educación física. Tiene graves problemas, tanto con el alcohol como con el juego. No tiene amigos, y los que tenía son ahora enemigos. No tiene familia cercana, solo una hija a la que no ve demasiado. No tiene hobbies, excepto un coro al que va porque no tiene nada mejor que hacer. Su única meta es encontrar a una joven promesa del mundo del Badminton. Lleva años intentándolo y equivocándose, provocando el caos a su paso.
Mar (Carla Quílez) es una adolescente que atraviesa el divorcio de sus padres. Su madre la mantiene atada a su negocio, haciendo fotocopias. Proyecta su rabia y su frustración en el Badminton, razón por la que Joserra se fija en ella. Un grito de ira con el que él se identifica inmediatamente. Así lo explica él: nadie juega al Badminton si es feliz. Para ambos, este deporte es un mundo. Para ella, una escapatoria. Para él, una prisión. Juntos emprenden un viaje para ir a jugar la final a Yakarta, pero en realidad es un viaje introspectivo.
A lo largo de sus 6 capítulos, Yakarta subvierte el drama deportivo convencional al obviar el deporte en sí. La cámara y el montaje omiten todo lo relacionado con el Badminton. El foco, de principio a fin, está en los personajes. En el primer capítulo, de forma brillantemente escrita, nos adentramos en el mundo de ambos con precisión. La manera en la que nos enteramos de la situación familiar de Mar está llevada con mucho ingenio, así como la solución al examen que ella debe aprobar para empezar su entrenamiento.
Pero la balanza no está del todo equilibrada. El peso dramático cae más sobre Joserra que sobre Mar. Ella tiene parte del capítulo 1 y del 3 para desarrollar su pasado y contexto, además del 6 para cerrar el arco. Joserra, en cambio, ocupa casi todo el metraje. A nivel interpretativo, es difícil medirse con un gigante como Javier Cámara en un papel hecho a su medida. Carla Quílez no es ninguna desconocida, ya la vimos en la estupenda película de la directora española Pilar Palomero, La Maternal (2022). Pero aquí, por mucha intensidad que ponga y bien que esté, la vemos algo descompensada.
Cierto es que la trama de Joserra es la que da más vida y cuerpo a la serie. El retrato que hace del mundo del deporte es crudo, sin concesiones. El capítulo 3 está brillantemente enfocado en el drama, con una de las interpretaciones más descarnadas de la carrera de Javier Cámara. Culmina también con un momento brillantemente conducido por la dirección. La escena final en el coche con los dos protagonistas elimina toda provocación con un gesto magnífico. Cabe preguntarse si el personaje de Mar podría haber tenido más peso y así equilibrar la balanza. Pero el resultado no es en absoluto malo ni mediocre. Es bueno, solo que no excelente.
En la dirección, destaca el trabajo de Elena Trapé, otra directora española de la nueva generación que nos dejó Els Encantats en 2023. La puesta en escena es discreta, sutil en ocasiones, con pocas licencias estéticas y narrativas (algún que otro plano de larga duración). El mayor acierto está ya en el guion, que se alza como uno de los mejores del año en lo que a series se refiere.
Sin duda, estamos ante una serie de TV que merece la pena verse. Por su honestidad y su inteligencia a la hora de tratar temas complicados. Por la manera con la que trata un género por todos conocidos. Y por su protagonista, inmenso.






Sin Comentarios