Crítica de «Emilia Pérez» de Jacques Audiard
Después de su exitoso paso por el Festival de Cannes de 2024, la nueva película del francés Jacques Audiard llega a las salas españolas y no está dejando a nadie indiferente. Aquí os dejo con mi crítica de Emilia Pérez de Jacques Audiard.
La filmografía del cineasta francés Jacques Audiard es tan variada en sus formas como regular en su calidad. En ella se distinguen dos etapas. Una se sitúa entre los años 2000 y 2010 y adopta una perspectiva social. Lee mis labios (2001), De latir, mi corazón se ha parado (2005) y Un Profeta (2009) hablan de la sociedad francesa. Y lo hacen a través del thriller, género en el que sobresale Un Profeta, que cuenta la historia de un joven de origen árabe que cumple una larga condena en la cárcel, haciéndose poco a poco con el control.
Tras su polémica Palma de Oro de 2015, con Dheepan, la historia de un guerrillero de Sri Lanka que huye a Francia y acaba trabajando de cuidador en las afueras de París, el cine de Jacques Audiard comienza a buscar nuevas vías. En 2018 dirigió un Western superlativo, con un acabado visual y estético realmente potente. Los Hermanos Sisters es una película completamente diferente a todas las demás. También lo es París, Distrito 13 (2021), que narra al más puro estilo de Philippe Garrel, las idas y venidas de tres individuos que a veces, son amantes, a veces amigos y a veces las dos cosas a la vez.
Con estos antecedentes llega Emilia Pérez, un musical acerca del narcotráfico y la identidad trans.
Las pretensiones de Emilia Pérez no tienen fin. Audiard propone en su última película cien temas aunque parece no interesarse por ninguno.
De primeras, el director nos presenta a su primera protagonista. Rita (Zoe Saldaña, portorriqueña), es una abogada mexicana que trabaja en un gran bufete donde no se valora su trabajo. Esto se cuenta a través de secuencias musicales, principalmente una en la que escribe su defensa para un juicio por asesinato. Audiard usa este número no solo para hablar del personaje, sino también del pueblo mexicano al incluirlo en la puesta en escena. El problema es que su discurso es de lo más superficial. Le parece suficiente para poner en contexto al país protagonista cuando la realidad es que México nunca tendrá la relevancia que anticipa ese momento.
La historia sigue con el secuestro de Rita. El jefe de un peligroso cártel mexicano (Karla Sofía Gascón, española) le transmite sus deseos de transicionar a un cuerpo de mujer normativa. Rita es la encargada de que este proceso se lleve a cabo con la mayor discreción. Aquí es donde Audiard nos presenta el tema de la identidad trans, pero lo hace en dos tonos distintos y no sabe con cuál quedarse. Por un lado, parece no tomárselo en serio al meter un número musical sobre vaginoplastia. Por otro, parece tomárselo en serio al debatir con un médico y defender que su cliente ha sido, es y siempre será una mujer. Quizá las líneas de diálogo más interesantes de la película aparezcan durante este debate. «Cambiar el cuerpo cambia a la sociedad. Cambiar a la sociedad cambia al alma. Cambiar al alma lo cambia todo.»
Nuevamente, todo lo que el cineasta tiene que decir al respecto se reduce a eso. Y no parece haber dicho mucho. De hecho, con este juego entre la broma y la seriedad, con esta escasez de matices, el tratamiento del individuo transgénero resulta reduccionista e injusto. Sin embargo, Audiard no termina aquí…
Cuando Emilia Pérez, como ahora se hace llamar, vuelve a establecer contacto con Rita, es para que ésta le ayude a auxiliar a todas las víctimas del narcotráfico en México y Estados Unidos. Otra vez y de manera previsible, el director solo roza la superficie de estos temas. Vuelve ahora su mirada a la relación entre Emilia y su familia. Todo lo demás queda como telón de fondo. A partir de este momento cobra relevancia en la trama el personaje de Jessi (Selena Gómez). Ella es la ex mujer de Emilia y su deseo de rehacer su vida se nos expresa por medio de secuencias musicales.
Selena Gómez ya ha demostrado con anterioridad ser una actriz dramática más que capaz. El problema son los números musicales que interpreta. Primero, ella no parece manejar el castellano con soltura. Segundo, la mezcla de sonido es realmente mala, provocando que sea difícil entender lo que dice. Pero esto sería un problema menor si habláramos de buenos números.
Emilia Pérez, como musical, no logra defenderse al igual que tampoco podía la secuela de Joker. Esos momentos musicales son una excusa para que el director desarrolle toda la exposición. Cierto es que se abordan con cierto ingenio -lo que ya los hace más valiosos que enJoker- pero narrativamente son demasiado simples.
Audiard introduce todos estos temas en su película para hacer ver una profundidad o una brillantez cinematográfica de la que carece. La apuesta por hacer prevalecer la forma sobre el discurso hubiese sido un juego interesante, pero el resultado es tan simple como levantar un pseudomusical con temas peliagudos solo porque resulta divertido. Y la realidad es que no es tan divertido.
En definitiva, una decepción.
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