Crítica de «Sangre en los labios» de Rose Glass
Este viernes 12 de abril se ha estrenado la esperadísima nueva película de Rose Glass, Sangre en los Labios, que puede convertirse en una película de culto. Aquí mi crítica.
Rose Glass debutó en la dirección de largometrajes con Saint Maud, una cinta de terror distribuida por A24. Previamente se dio a conocer en circuitos de festivales con su cortometraje Room 55 (2014) donde ya enunciaba varios de sus intereses temáticos. No es hasta Saint Maud que muestra algunas señales de autoría, empezando por la estética. Muy contemporánea, creando atmósferas irreales en contextos naturalistas por medio de la fotografía y el diseño sonoro. Aunque se trataba de una película con ciertos problemas en el guion, prometía una visión interesante.
En los últimos años, el cine de género y el cine queer van de la mano con cada vez más frecuencia. No es algo nuevo, ya que sucedía igual en los años 70, aunque en películas minoritarias. El cine independiente distribuido por A24 y NEON ha dado una nueva dimensión y visibilidad a esta clase de historias. En ocasiones, películas escritas, dirigidas y protagonizadas por mujeres que lo dan y lo arriesgan absolutamente todo. Películas como Titane (2021) de Julia Ducournau o Revenge (2017) de Carolie Fargeat. La cinta de Ducournau, haría un perfecto programa doble con la película de Glass que hoy me ocupa, debido a sus similitudes.
Sangre en los Labios es un thriller de venganza con unos referentes muy claros y reconocibles. Narra la electrizante historia de amor entre Lou (Kristen Stewart), una gerente de gimnasio, y Jackie (Katy O’Brian), una culturista recién llegada a Las Vegas. Como una frenética reacción en cadena, su pasión amorosa las empujará hacia la violenta red criminal de la familia de Lou, encabezada por su padre (Ed Harris).
De primeras, la atmósfera y la localización principal trajo algo a mi cabeza. Too Old to Die Young, la serie de Nicolas Winding Refn que pasó completamente desapercibida en 2019. Aun sin ser tan radical como la propuesta de Refn, la estética de Sangre en los Labios tiene un gran protagonismo. El mundo se presenta y se percibe sucio, moralmente degradado y sumamente violento, aunque sus imágenes no sean especialmente gráficas. El sexo es pasional, hiper-estilizado. Las drogas se convierten en un leitmotiv, distorsionando el sonido y acercando las imágenes a la fantasía. La violencia tarda en hacer acto de presencia, pero cuando lo hace golpea con dureza. En un disparo, un golpe, una salpicadura de sangre el tiempo se ralentiza. Estamos ante un dispositivo formal muy variado, en ocasiones poco riguroso, pero cinematográficamente rico e interesante.
Donde Sangre en los Labios cojea es en su guion. Nada que reprocharle a su estructura, y menos a los giros que da su historia, pero algunos personajes secundarios dejan bastante que desear. Se puede argumentar que la escasa presencia de Dave Franco está justificada, pero no la de Jena Malone. Tanto su personaje como el de Anna Baryshnikov, son más herramientas de Glass y de su coguionista (Weronika Tofilska). Y centrándome en el personaje de Malone, no se le da espacio apenas desde la dirección para destacar. La encuentro completamente desaprovechada. Esto enlaza con ligeros problemas de ritmo en momentos puntuales, cuando la película no tiene tiempo para respirar antes de llegar a su climax. Pasa demasiado tiempo enfocada en avanzar y llegar a su último acto, sin preocuparse por los elementos que se quedaron por el camino.
Quitando esos problemas , podemos hablar de Kristen Stewart. Desde hace ya algunos años, su carrera se distanció de las producciones que la dieron a conocer. Alternando títulos comerciales (y poco relevantes) con cine independiente de gran valor y cine de autor. Su filmografía está dando un giro muy interesante. Hablamos de Spencer (2021) de Pablo Larraín o de Personal Shopper (2016) de Olivier Assayas. Y ahora Sangre en los labios, de Rose Glass. Stewart trabaja la contención como nadie. Transmite ansiedad, nervios, pasión, terror, deseo y todo lo que se proponga con la mirada, la gestualidad y el lenguaje corporal. Hace uso del titubeo, del tono de voz, como pocas actrices. Su presencia es magnética y carismática. Una interpretación formidable.
Su compañera de reparto, Katy O’Brian, no tiene mucho que envidiarle, sobre todo en cuanto a presencia física. Su cuerpo juega un papel fundamental en varios aspectos de la película, en especial en sus escenas finales, donde lo fantástico se abre paso como una metáfora radiante, extrema, gigante.
Sin Comentarios