Crítica de «Monkey Man» de Dev Patel
Este viernes 12 de abril se ha estrenado Monkey Man (2024), la primera película dirigida por Dev Patel que es un efectivo aunque imperfecto filme de acción. Aquí mi crítica.
Dev Patel, actor británico de ascendencia india, se dio a conocer al mundo entero por su papel en Slumdog Millionaire (2008) de Danny Boyle. Ha trabajado con Garth Davies, David Lowery y Wes Anderson, entre otros. Es un actor que ha pasado por nuestros ojos con discreción, sin nunca hacer demasiado ruido pero cumpliendo de sobra con sus roles. Donde personalmente me encantó fue en The Green Knight (2021).
Su salto a la dirección ha sido completamente inesperado. Su recorrido por el cine de acción y artes marciales es mínimo, así que no es un caso similar al de Chad Stahelski, quien comenzó como doble de riesgo. La pasión e inspiración para hacer una película de pura acción viene por su gusto personal, por la influencia que han tenido en él títulos como John Wick o The raid, entre otros.
La trama toma como inspiración a Hánuman, el dios mono de la mitología hinduista de gran fuerza y humildad. Kid (Dev Patel) es un joven anónimo que se gana la vida luchando clandestinamente en India. Kid está fuertemente traumatizado por el saqueo de su aldea y el asesinato de su madre. Tras años de ira reprimida, decide llevar a cabo su venganza contra los responsables.
Patel se toma tiempo para generar un contexto dramático lo suficientemente potente para el in crescendo de acción bruta que vendrá. Para ello, se sumerge en las calles de la ciudad, en lo clandestino, lo sucio. La cámara sigue un intercambio de objetos entre muchísimas manos al puro estilo de Fernando Meirelles en Ciudad de Dios (2002). La dirección de arte, el tratamiento de color y el vestuario mezcla el cine de Bollywood con el cine de acción contemporáneo. Las luces de neón, los espacios abiertos, la indumentaria clásica, atrezzo… Todo lo hemos visto antes, pero su director tiene la oportunidad de profundizar en un colectivo trans oprimido e invisible en la cultura popular. Y no hace prácticamente nada con él, a parte de señalarlo y decir: «Esto existe!
Cuando no hay acción en Monkey Man, todo se resiente. Después de su primera mitad, se toma un descanso para que el personaje y la propia narración vuelvan a coger fuerza. Sigue una estructura clásica, pero aquí reside el gran problema. A lo largo de la primera parte, Patel nos ha contado el pasado de su protagonista por medio de flashbacks desordenados, ligeramente crípticos, pero que ayudan a reconstruir toda la historia. En esta segunda parte, la cuenta de nuevo en orden cronológico, creando una reiteración innecesaria. Además, aquí el ritmo se vuelve particularmente irregular. La película se ahoga, empeñada en ser veloz cuando no hay nada que lo justifique. Quizás Patel está demasiado contaminado por el cine de Hollywood y ésta es la prueba.
Cuando hay acción… Monkey Man funciona. No es mi prototipo de acción favorito, pero puedo reconocer sus virtudes. En vez de emular, o incluso copiar, el modelo de acción de John Wick (referencia mencionada incluso dentro de la película), Patel rechaza aguantar el plano y ser elegante para destruirlo todo a su paso. Opta por una cámara en mano violenta, en constante movimiento, ciertamente imprecisa pero muy intuitiva. La escala de planos va desde contenidos generales a vistas subjetivas, detalles, zoom – in, arneses, drones… Juega con la inclinación y angulación del plano, contrastes y piruetas de todo tipo. Un festival de recursos montados con un sentido del ritmo sorprendente. Puede recordar a Danny Boyle y su manera de ordenar el caos. Solo por esto, merece la pena echarle un vistazo. Por ver como su joven director ha absorbido sus referencias y ha vomitado este festival de golpes, disparos y cuchillazos.
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