Crítica de «The Killer» de David Fincher
Entre 1950 y 1974, Robert Bresson escribió el libro «Notas sobre el cinematógrafo« donde plasmaba toda su ética y metodología de trabajo. The Killer, la última película de David Fincher, puede entenderse como su equivalente; su diario de trabajo, donde plasma cómo trabaja y cómo entiende el cine. Aquí os dejo mi crítica.
Fincher es uno de los directores de cine norteamericanos más reconocidos del panorama cinematográfico actual. Desde sus hits en los años 90, como fueron Se7en (1995) y El Club de la Lucha (1999), hasta sus thrillers más recientes como The Girl With The Dragon Tattoo (2011) o Perdida (2014), David Fincher ha forjado un estilo reconocible e influyente.
Su atracción por el lado más retorcido del ser humano y la deshumanización de la cultura moderna a través del noir hacen de su cine algo tan inquietante como familiar. Su mundo está poblado de sociópatas, asesinos y desquiciados.
Así lo explicó él mismo en una entrevista: «I think people are pervert. That’s the foundation of my career»
Pero son sus formas las que le dan mayor identidad como autor. No es comparable a Bresson, aunque ambos son muy meticulosos en lo suyo. Igual que el cine del realizador francés se basaba en una colección de gestos fríos y austeros, Fincher utiliza la inclinación, la panorámica y el seguimiento en los movimientos de cámara de manera muy específica.
Cuando un personaje está en movimiento o expresa emociones, la cámara se mueve exactamente a la misma velocidad y dirección que su cuerpo. Los movimientos están coreografiados con precisión entre los actores y los operadores de cámara.
El efecto resultante ayuda a la audiencia a conectarse con el personaje para comprender sus sentimientos, por muy convulsos que estos sean. Así, su meticulosidad y obsesión por el detalle le relaciona directamente con los personajes a los que suele retratar.
Es por todo esto que The Killer, una de sus películas más sencillas, es un repertorio de sus inquietudes como cineasta. Fincher estudia a su protagonista, un metódico y calculador asesino a sueldo, con la misma precisión que éste ejecuta sus planes.
El Asesino (Michael Fassbender) se repite a sí mismo sus códigos morales y de trabajo como lo hacía el Samurai de Jean-Pierre Melville en El Silencio de un Hombre (1967), con la que es fácil de emparejar. El Asesino se rodea de tecnología y una red de lugares comunes, pisos francos y recursos que recuerda al universo de John Wick (2014-2023).
A pesar de todas estas facilidades, es un personaje que no para de cometer errores. Sus palabras se contradicen con sus acciones y viceversa. No es invencible y la película se esfuerza en recordárnoslo. Es gélido como un bloque de hielo (Fassbender es una elección perfecta y lógica para este papel) pero tiene pequeños destellos de humanidad. La trama principal se mueve por su deseo de venganza personal, aunque él no lo perciba como tal.
El dispositivo habitual de David Fincher está igual de presente aquí que en sus otros trabajos, pero esta vez ha sido todavía más riguroso con sus formas. La cámara tan precisa que acompaña al Asesino tiembla cuando éste comete un error o cuando nada sale como esperaba. En esos momentos, el sonido se agudiza, la música se enrarece y el ritmo se dispara.
Así llegamos a uno de los picos más altos de su filmografía. La pelea física entre el Asesino y uno de sus objetivos. Rodada con nervio y precisión. Brutalidad y elegancia. Rompe con todo lo que hemos visto anteriormente, saliéndose de su zona de confort (igual que el personaje) y termina saliendo airoso y victorioso.
La película se estrena en Netflix el 10 de noviembre de 2023.
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