Crítica de la serie Adolescencia
En un post anterior hablaba de la importancia del plano secuencia en la ficción. Esta serie que está triunfando en Netflix ha reabierto el debate. ¿Es realmente necesario su uso? Aquí mi crítica de la serie Adolescencia, creada por Stephen Graham y dirigida por Philip Barantini.
No es la primera vez que la dupla Graham/Barantini da que hablar. En 2021 se estrenó Boiling Point, una película rodada enteramente en un solo plano sin cortes. Barantini desde la dirección y Graham desde la interpretación sumergían al espectador en el torbellino de emociones que supone trabajar en un restaurante. El caos de la cocina en contraposición a la aparente calma de la sala de mesas. Un ejercicio de tensión en escalada que funcionaba gracias al buen uso del tiempo real.
En cambio, la serie de TV Adolescencia ha abierto el debate sobre el uso de este recurso. Y no es para menos, porque supone un batacazo monumental para sus creadores.
Las cosas claras. No creo que Adolescencia sea una buena serie. Es decir, una bien escrita y bien dirigida.
Stephen Graham, creador de la misma, tomó la decisión de contar un espantoso y morboso caso de asesinato en el ámbito escolar. Un joven de 13 años que asesinó a una compañera de clase. El objetivo, según el propio Graham, era analizar la motivación de estos actos de violencia contra las mujeres en el colegio, investigando la influencia de personalidades extremistas como Andrew Tate en las nuevas generaciones. El método que utiliza la serie es explorarlo en cuatro sucesos posteriores al asesinato. El día de la detención, la investigación en la escuela, una sesión con la psicóloga y un año después del trágico evento.
Este objetivo no se ha cumplido. Este tema no está presente en la serie. Adolescencia no explora en lo más absoluto el proceso por el cual estos jóvenes son radicalizados por la «manosfera» sino que hace alusiones de lo más superficiales y vagas en la escritura hacia el tema. Se mencionan, sí, pero no se exploran. Al situar la acción después del suceso, el proceso nunca se nos va a mostrar (e introducir un flashback va en contra del dispositivo de la serie). El capítulo en el que estos temas podían (y pedían) ser desarrollados era el tercero, en el que el joven asesino dialoga con su terapeuta. Pero este diálogo está lejos de ser certero y concreto. Se dedica a dar vueltas sobre los temas en vez de sumergirse en ellos. Una oportunidad perdida.
La serie está dirigida a un público adulto, concretamente a padres de hijos e hijas adolescentes. De ahí que haya sido denominada como «importante» porque refleja el peligro al que está sometido toda una generación. O al menos, ese es el discurso. La realidad es que la serie no muestra ni clarifica nada, sino que exagera y empeora la visión adulta que se tiene de la juventud. Este «cine de denuncia» da un discurso reaccionario y conservador sobre el tema que trata. El hecho en el que se basa la serie es real y crímenes con estas motivaciones, lamentablemente, se dan en el ámbito escolar. Pero el enfoque de Adolescencia se aleja del supuesto realismo que quiere transmitir al convertir un colegio en una zona de guerra en el Segundo Capítulo.
Podemos hablar de los múltiples problemas y contradicciones que acumula la serie. Puede que el más grave sea cómo se trata a la víctima. Según dicen los personajes, se debería poner el foco en la niña asesinada y su familia y no en el asesino. La serie, en cambio, no da el menor espacio a ninguno de los dos. La cosa empeora cuando la información que se nos da de Katie, la víctima, es profundamente negativa. También se puede hablar de las múltiples trampas para el espectador que hay esparcidas por sus cuatro capítulos, como asociar al padre del niño asesino con la pedofilia.
Pero regresemos al plano secuencia…
La artificiosidad de la puesta en escena de Adolescencia no ayuda a mejorar el conjunto, sino que desvirtúa por completo el ya problemático discurso de la serie. Boiling Point ya era artificiosa, pero conseguía cierta verosimilitud y coherencia al concentrar la acción en un espacio pequeño con múltiples personajes.
En esta serie, todo se siente falso. La cámara recorre los espacios cruzándose con personajes estratégicamente colocados para guiar la narración. Cambia de un punto de vista a otro con tanta rapidez que nada parece orgánico. Todo está tan medido que el realismo empieza a hacer aguas. Otro aspecto fallido es el ritmo, que se siente completamente irreal. Una jornada escolar dura solo una hora. ¡Con un simulacro de incendio incluido! No tiene ni pies ni cabeza la velocidad con la que todo se desarrolla y es debido al mal uso del plano secuencia, que se olvida de respetar el tiempo real.
Nada que ver con grandes usos del plano secuencia que hemos visto recientemente. Series como Los Años Nuevos emplean el plano secuencia de forma plenamente justificada y expresiva. Aquélla usa este recurso en momentos catárticos, formalmente potentes, con mucho subtexto trabajando a nivel textual e interpretativo. La serie que nos ocupa hoy no tiene malas interpretaciones, pero como todos los elementos en ella, se ven forzadas.
Adolescencia se siente un ejercicio narcisista y ególatra por parte de sus creadores. Llamar la atención constantemente mediante piruetas técnicas que no tienen justificación ni uso narrativo. Poner sobre la mesa los temas más escabrosos posibles para, además, distorsionar la realidad. Los profesores y padres son retratados como gente inútil, incapaces de comprender a sus alumnos e hijos, informarse sobre sus intereses y preocupaciones y de responder a la violencia que practican… La serie no propone vías alternativas, solo habla de lo mal que está el mundo. Podríamos llamarla en este contexto una serie malvada.
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