Crítica de «Smile 2» de Parker Finn
Recientemente ha tenido lugar el estreno mundial de Smile 2, secuela de Smile (2022). La película, impulsada por una campaña viral, fue todo un éxito en plena era de Halloween. Aquí mi crítica de Smile 2 de Parker Finn.
Smile (2022) tiene su origen en el cortometraje «Laura Hasn’t Slept» del mismo director. En el corto, Laura acude a un psicólogo debido a sus frecuentes pesadillas, protagonizadas por un ser sonriente del que intuye que quiere hacerle daño. Finalmente, Laura descubre que se encuentra en una de esas pesadillas y el psicólogo es ese ser. El cortometraje presentaba un estilo y una premisa que sorprendió a los ejecutivos de Paramount, dando inicio al proyecto de largometraje.
La película de 2022 comenzaba como una continuación del mismo cortometraje. Laura, interpretada por la misma actriz, acude desesperada al hospital en busca de ayuda por sus constantes visiones. Una psicóloga, a la que da vida Sosie Bacon, trata de ayudarla pero resulta ser demasiado tarde. Laura es poseída y su rostro se torna en una inquietante sonrisa. Se suicida delante de su psicóloga, quien ahora comienza a experimentar las mismas visiones que Laura.
Mis problemas con Smile (2022) se concentraban en su guion; tramposo, repetitivo y carente de originalidad. Una cosa es tener como referente a It Follows (2014) y otra es calcar sus diálogos. La cinta era una colección de jumpscares, a mi juicio muy poco inspirados y previsibles, junto a una serie de alucinaciones que hacían dudar a la protagonista (y al espectador) de si lo que se veía es real o no. Tampoco era muy difícil adivinarlo, así que esa faceta surreal quedaba limitada. Además, la película trataba de hablar sobre la salud mental sin ningún recurso estético o visual que reforzarse su discurso. Resultaba tan plana que sus pequeñas virtudes quedaban en segundo plano.
Sin embargo, su secuela me ha convencido más.
Smile 2 (2024) tiene un inicio potente. Después de que la protagonista de aquella primera parte sucumbiese a la maldición y se suicidase delante del policía que la acompañaba, éste ahora debe lidiar con el mismo destino. El arranque de esta secuela es un intento desesperado por «contagiar» la maldición a otra persona, aunque nada sale como estaba planeado. Se trata de un plano secuencia enérgico y bien rodado que termina con una sorpresa violenta e impactante.
A continuación, conocemos a la protagonista de esta secuela. La estrella del pop mundial Skye Riley, interpretada por Naomi Scott, quien ha salido recientemente de una rehabilitación por consumo de drogas y un grave accidente de coche. La cantante está a punto de embarcarse en una nueva gira mundial cuando presencia el brutal suicidio de su camello. Ahora Skye corre el mismo destino que los demás fallecidos.
De primeras, me sorprende lo interesante y atractivo que es el personaje protagonista en términos dramáticos. Y ello es debido por un lado a la escritura y por otro a su intérprete. Skye cree destruir todo a su paso debido a su trágico pasado y a su adicción, y en cierto modo está en lo cierto. La maldición actúa como canalizador del trauma y el terror como motor visual y expresivo para su desarrollo. Naomi Scott hace de Skye un personaje mucho más interesante gracias a todos los matices de su interpretación, que es explosiva y exigente. Se corona como una scream queen de categoría.
El guion repite la estructura global de Smile (2022). Se compone de una sucesión de alucinaciones, cada vez más aterradoras, hasta culminar en una escena final impactante. Lo malo es que es todavía más tramposa que su predecesora. Las alucinaciones hacen dudar sobre qué es real y qué no con mayor fortuna, a cambio de sacrificar la entidad de la propia película. No solo repite algunos de los recursos de guion de la primera película, sino que alarga la «duda» hasta que ésta pierde todo el sentido. Se siente muy forzado y poco honesto con el espectador.
La construcción del jumpscare ha mejorado, aunque continúa con ticks propios de la época en la que vivimos. El susto funcionará mejor o peor, pero el volumen debe dispararse para lograr un mayor impacto. Y tenemos de todo… algunos funcionan y otros no. Personalmente me quedo con el más elaborado de todos. La marabunta de entidades sonrientes que acecha a la protagonista en su casa, imitando su ritmo al moverse. Esta escena puede relacionarse estrechamente con las coreografías que Skye ensaya previamente. Además, termina con un leve toque de body horror.
La dirección resulta aquí mucho más creativa que en la película de 2022. Es fiel al estilo de aquélla, pero desarrolla con más destreza muchas de sus ideas visuales. El incremento del presupuesto debe haber influido mucho en esto. Mientras que la faceta psicoanalítica de la primera no tenía ningún apoyo en lo visual, Smile 2 tiene muchos recursos estéticos y narrativos para hablar de la relación entre el mundo del espectáculo y la psique contemporánea. Está rodada de forma virtuosa y narrada con mejor ritmo, pero eso no evita otra serie de problemas. Arriesga muy poco, sobre todo en cuanto al montaje de sus secuencias de terror. Hay momentos que piden a gritos un ritmo diferente (aguantar más el plano, jugar más con el fuera de campo), pero está demasiado preocupada por ser accesible. La película ofrece pocas soluciones formales que me llamen especialmente la atención, por desgracia.
En definitiva, mi crítica de Smile 2 de Parker Finn concluye que estamos ante una buena secuela que mejora varios aspectos de la película original, pero que se queda a medio gas en muchos otros. Lo mejor, Naomi Scott y su interpretación.
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