Crítica de MaXXXine de Ti West
MaXXXine, última parte de la trilogía creada por Ti West, se estrena el 23 de agosto en España. Aquí mi crítica.
Ti West, cineasta estadounidense de 43 años, debutó en el largometraje a mediados de la década del 2000 con títulos como El Gallinero (2005) y Hombre del gatillo (2007). Pero fue en 2009 cuando estrenó la película que le definió como autor. La casa del Diablo sitúa la acción en los años 80, en mitad del llamado «pánico satánico» en Estados Unidos. La protagonista es contratada como niñera en una casa aislada donde es vigilada y posteriormente asediada por una secta. La película era inusual en su estructura, ya que los eventos aterradores se encontraban en el último tercio. Todo lo que precedía a su tercer acto era una calculadísima escalada de tensión, muy bien escrita y dirigida.
De cierta manera, volvió a utilizar este truco en X (2022), la primera película que dirigió en solitario en bastantes años, durante los cuales no dirigió nada a la altura de La casa del Diablo. X se presenta como un slasher que homenajea al cine de explotación de los 70 y la pornografía de esos años. La estética, así como la propia localización, referenciaba a uno de los pilares del cine de terror norteamericano: La Matanza de Texas (1974) de Tobe Hooper. Pero el tono y el ritmo era completamente diferente. De nuevo, West hizo una calculadísima escalada de tensión que termina explotando en un sangriento y divertido festín de asesinatos.
El mismo año apareció, casi por sorpresa, Pearl. Una precuela acerca de la juventud de uno de los viejos asesinos de X. Pearl, interpretada por Mia Goth (protagonista de X, quien a su vez interpretaba a la anciana villana) es una joven que vive en la granja de su familia en 1918. Pearl juega al contraste. Si X era sucia y gris, Pearl es colorida y alegre (en la superficie). De la misma manera, dedica una buena parte de su duración a la construcción del espiral de violencia y asesinatos que sacude a la cinta. La estética se remonta a la época de la popularización del cinematógrafo, a medio camino entre El Mago de Oz (1939) y Mary Poppins (1964). Una película llena de buenos momentos, aunque con una primera mitad demasiado endeble. Puede que lo mejor fuese su joven protagonista, quien tiene mucho margen para lucirse como actriz.
Así es como llegamos a MaXXXine, tercera y última parte de esta «improvisada» trilogía slasher. Se puede decir unas cuantas cosas acerca de este tríptico a nivel discursivo. Las tres hablan acerca del precio de la fama. X hablaba de la interacción entre la belleza, el envejecimiento y la autoestima. Maxine, la protagonista, se repite constantemente a sí misma que es una estrella, y está dispuesta a lo que sea necesario para hacerlo realidad. De la misma manera, Pearl sueña con ser una estrella y abandonar a su controladora familia. Cuando todo esto se desmorona, no se corta a la hora de mostrar su reprimida psicosis. El paralelismo es obvio, y funciona perfectamente.
MaXXXime revive este tema desde la premisa. Maxine, protagonista de X, vive en Los Angeles en los años 80. Está consiguiendo lo que siempre ha querido: ser una estrella. Para eso, se aleja de la industria pornográfica para adentrarse en el mundo de la ficción hollywoodiense. La oportunidad de protagonizar una cinta de terror se ve comprometida por una amenaza creciente. Alguien conoce los asesinatos que acontecieron en 1979, y amenaza con acabar con su carrera antes de que ésta empiece. Y con una premisa tan potente, nos encontramos con la peor película de la trilogía. Y con amplísima diferencia.
Ti West escribe MaXXXine con el piloto automático. La historia está plagada de clichés, personajes arquetipo y situaciones de lo más previsibles. Pero esto todavía podría funcionar, si no fuese por un guion tan vago. En temas estructurales, es muy convencional, así que no hay nada que comentar como en sus predecesoras. A nivel narrativo, las secuencias se suceden de manera mal cohesionada. No hay rastro de originalidad en ellas, prácticamente todo se ha visto antes. El ritmo y la progresión dramática es tan endeble que no levanta ningún interés, por no hablar de suspense o tensión. Los diálogos son tan obvios, tan vistos, tan poco interesantes… una decepción absoluta.
Tampoco es que el guion de X y Pearl me parezcan maravillas, pero en ambas hay elementos llamativos. Solamente el monólogo final de Pearl es más llamativo e interesante que todo MaXXXine. A nivel discursivo, esta tercera entrega continúa la línea de la saga, y trata de hablar de los peligros de Hollywood. Así lo aclara una cita de Bette Davis al principio de la película: «En este negocio, hasta que no crean que eres un monstruo, no eres una estrella«. Ya está, ese es el discurso. ¿Hace algo su guionista por matizarlo o desarrollarlo? No, en absoluto. Da vueltas a su alrededor, llegando a ser redundante.
Todo esto podría pasar a segundo plano si la dirección elevase el conjunto. Pero no es el caso. Ti West no ha estado tan poco inspirado en nada que yo haya visto. Esto se debe, por supuesto, a su guion, pero también a una terrible crisis de identidad. El director se empapa de referencias al cine de los años 80. Está el noir, la pantalla dividida, el voyerismo y la ambigüedad moral del cine de Brian de Palma. Están los asesinatos, el subjetivismo y el gore de un giallo. Está la estética nocturna de neones, niebla y música rock de cualquier título de género de esos años. Pero todo esto es un envoltorio para la nada más absoluta. Ti West dirige y monta MaXXXine sin ápice de originalidad, devorado por sus propios referentes. Los motivos cinematográficos que definían su estilo, como mucho, asoman en esta película tan impersonal.
Ni siquiera Mia Goth, la protagonista absoluta, destaca en MaXXXine. Parece dirigida con el piloto automático, abandonada a su suerte con un personaje que está en tierra de nadie. Desde luego, hace lo que puede con el poco material que tiene, pero un guion así de superfluo no beneficia a su interpretación.
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