Crítica de «Un Lugar Tranquilo: Día uno» de Michael Sarnoski
Se ha estrenado recientemente en España la tercera entrega de la saga Un Lugar Tranquilo, que ambienta los sucesos en el Día Uno. Escribe y dirige Michael Sarnoski. A continuación os dejo mi crítica.
Michael Sarnoski debutó en el largometraje con una película de lo más atípica. Pig (2021), protagonizada por el polifacético Nicolas Cage. Su premisa remitía al thriller de venganza al que tan acostumbrados estamos en este último siglo. En ella, un antiguo y clandestino chef emprende la búsqueda de su cerda trufera, que ha sido robada. Sorprendentemente, la película daba un giro hacia el drama. No se trata de un thriller, sino de una exploración del sentimiento de pérdida. Apenas contiene violencia, pero sí mucha sensibilidad. Nicolas Cage no está histriónico, sino contenido.
La saga creada por John Krasinski en 2018 se compone de dos películas. Una enfocada al terror, con un ejercicio cinematográfico de gran precisión en lo que se refiere al sonido. La segunda, en cambio, estuvo más enfocada a la acción y la espectacularidad. Aunque Sarnoski se adapta fácilmente al estilo de la saga, está alejado de las originales. La extrema atención al plano detalle de la película de 2018 se diferenciaba con el plano general de la secuela de 2020. Krasinski cambió la propuesta formal entre ambas entregas, adaptándose a las necesidades de cada una.
La película de Sarnoski sitúa la acción durante los primeros días de la invasión alienígena que silencia al planeta Tierra. Pudimos ver la perspectiva de los protagonistas de las dos anteriores entregas durante un flashback en Un Lugar Tranquilo: Parte 2 (2020), pero tan solo fue una introducción. Día Uno se sitúa en una de las ciudades más ensordecedoras del planeta: Nueva York. Un texto al inicio de la película explica que la cantidad de ruido que emana de la ciudad es equivalente a un grito constante.
La jugada de Sarnoski en Un Lugar Tranquilo: Día Uno es parecida a la de Pig. Tenemos una «monster movie» de la liga de Cloverfield (2008) y películas similares. Contiene «set-pieces» ambientados en una gran ciudad, manejando un alto presupuesto. Pero desde el principio, Sarnoski muestra que no se trata de lo que cabe esperar. Los protagonistas son una enferma de cáncer (Lupita Nyong’o) tremendamente debilitada y un hombre (Joseph Quinn) paralizado por el miedo. Juntos emprenden un viaje suicida: conseguir pizza en el centro de la ciudad. Se trata de una historia de supervivencia, pero no solo a unos alienígenas de oído ultrasónico. Su aspecto emocional termina imponiéndose a la acción y el suspense.
Esto supone dos cosas en cuestión de guion y puesta en escena. Sarnoski quiere que sus imágenes sean épicas y sensibles, terroríficas y emocionales. Anda en busca de un equilibrio que veo muy bien representado en el guion. Por raro que parezca, el gato que acompaña a la protagonista es una muy buena herramienta. Tiende puentes entre los tonos. En cambio, la dirección no está tan lograda como en Pig. Los «set pieces» de terror son breves pero intensos, con buenos recursos estéticos. Pero uno de ellos carece por completo de intención. El personaje de Joseph Quinn se adentra en un nido alienígena, un buen lugar para explorar su mitología o «lore». Pero es una escena alargada, carente de significado o información relevante acerca de las criaturas o los personajes.
Mientras tanto, algunas escenas melodramáticas resultan excesivamente empalagosas. Tomemos dos ejemplos. Primero, una que funciona. En una secuencia, los protagonistas pasan la noche en el apartamento de ella, durante una fuerte tormenta. Utilizan el estruendo de los relámpagos para gritar y desahogarse, algo que no habían podido hacer hasta ahora. Me parece una solución original y coherente dentro del universo de Un Lugar Tranquilo. Segundo, la rima que Sarnoski efectúa con una escena inicial y otra final. Primero, un espectáculo de títeres de sensibilidad simplona, propio de un comercial de Navidad. Segundo, la representación muda en el restaurante, mucho más efectiva, pero lastrada por el tono pasteloso, propio de Bayona.
Aún con estos deslices, es un blockbuster más que digno, resultón y con un giro sorprendente en su tratamiento. Más que recomendable.
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