Crítica de «La Quimera» de Alice Rohrwacher
Este 19 de abril se ha estrenado la esperadísima nueva película de Alice Rohrwacher, La Quimera. Una de las mejores películas de 2023. Aquí os dejo mi crítica.
Alice Rohrwacher, directora italiana de ascendencia alemana, debutó en la dirección de largometrajes con Corpo Celeste (2011), donde presentaba (no desarrollaba) muchas de sus inquietudes como cineasta. Bong Joon-ho describió su estilo como «una mezcla de realismo mágico y neorrealismo, personajes inocentes que se enfrentan a gigantes corruptos«. Rohrwacher crea imágenes ancladas al realismo, bajo la pátina de fantasía o fábula que otorga el formato analógico. Las texturas, los colores, las luces, los espacios, absolutamente todo en ella adquiere una dimensión fantástica.
Aunque Corpo Celeste sea su peor película, contiene todos estos elementos que posteriormente exploró con mejores resultados en El País de las Maravillas (2014), donde además hay una notoria mejora narrativa. El naturalismo rural en clave de fabulación infantil se ordena (y desordena) en un retrato coral felliniano. La estructura se siente liberada de todo tipo de cronología. Esto no sucedía de igual manera en su obra maestra de 2018, Lázaro Feliz, que construía una narración mucho más centrada y medida. Esta película supone el culmen del potencial estético de Rohrwacher, con uno de los dispositivos formales más bellos que nos ha dado el cine europeo reciente.
En La Quimera, Rohrwacher se introduce en el mundo de los ladrones de tumbas y yacimientos arqueológicos. La banda de «Tombaroli» cuenta con Arthur (Josh O’Connor), un experto en la búsqueda de estos tesoros enterrados bajo tierra. La directora parte de la premisa de que todos los personajes andan en busca de su quimera. Algo que deseamos hacer o tener, pero que nunca encontramos. Los miembros de la banda ansían hacerse ricos sin esfuerzo, pero Arthur no comparte sus pretensiones. Vive atormentado por el rostro de Benjamina, la mujer a la que perdió años atrás.
Esta habilidad de Arthur, más que un poder, se presenta como una maldición. Es un personaje de una apariencia frágil y sensible, con reacciones violentas, y un rostro cansado y entristecido. Tiene el impulso inevitable de penetrar en la tierra, como de igual manera busca sanar su conciencia, su alma. La Quimera se descubre como un viaje existencial, en un recorrido entre vivos y muertos, bosques y ciudades, fiestas y soledades. Rohrwacher es clásica, y a la vez moderna. Retrata dos mundos: uno pasado, enterrado, y otro presente, que navega entre lo rural y lo progresivamente industrial.
Rohrwacher toma distancia con la meticulosidad de Lázaro Feliz y regresa a la narrativa de El País de las Maravillas, con una ambición y virtuosismo no antes visto. Emplea una narrativa anárquica, haciendo del caos y del desorden un nuevo esqueleto. Su estructura está en constante transformación y movimiento, completando un ciclo y haciendo del ritmo algo mutante. Se crea una armonía bellísima, dificilísima de explicar con un solo visionado, y que fluye sin frenos absorbiendo todo lo que toca.
Para agrupar todas estas ideas, el dispositivo de Rohrwacher tampoco se queda atrás con sus recursos estéticos y narrativos. La mezcla de formatos analógicos (8mm, 16mm, 35mm). La inversión del plano (y las distintas maneras de darle forma). La ralentización y aceleración. La mezcla musical y sonora, introspectiva y ambiental. Y todos están realizados e integrados a la perfección, también los que no he mencionado. No se trata de una película imperfecta, debido a su naturaleza anárquica y libre, sino que es un artefacto sumamente bello y difícil de encontrar.
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