Crítica de «Fallen Leaves» de Aki Kaurismaki
Fallen Leaves, de director finlandés Aki Kaurismaki, es uno de los títulos más importantes de 2023. Tuvo su estreno oficial en el Festival de Cannes, donde fue una de las favoritas para ganar la Palma de Oro. Ha sido elegida como representante de Finlandia en los Oscars de 2024. Y merece toda su fama y relevancia. Aquí mi crítica.
La obra de Kaurismaki da para más de un libro. Su estilo es de clara influencia bressoniana: minimalista, de planos fijos con pequeños paneos y travellings en contadas situaciones. Las acciones se muestran de manera sencilla y directa, con una elegancia que no requiere de florituras ni adornos en la imagen. La dirección de actores también es otro remanente del estilo de Bresson; tan «natural» que resulta «antinatural». También resuenan directores como Yasujiro Ozu (en su carácter contemplativo) y Jean-Pierre Melville (su retrato social y urbano). Todo esto, por supuesto, bajo una pátina de cine escandinavo muy reconocible en carácter e iconografía.
Pero el mayor signo de autoría de Kaurismaki es el tratamiento de sus temas. Kaurismaki es uno de los cineastas que mejor han retratado a la clase obrera en su día a día. Sin caer en manipulaciones o trampas hacia el espectador, el director finlandés narra las vidas de estos personajes con ternura e inocencia. Cuando sucede una verdadera tragedia, entra en juego su particular sentido del humor (puramente inocente, nunca con malas intenciones). Los personajes, gente solitaria y amargada, se enfrentan a la maquinaria capitalista inspirados por el amor, lo único que les queda. A pesar de múltiples contratiempos, los personajes no se rinden y finalmente sobreviven. Porque si la vida termina mal, las películas sí pueden terminar bien.
Fallen Leaves revisita el argumento de otra de las grandes películas de Kaurismaki: Sombras en el Paraíso (1986). En ella, un basurero alcohólico se enamora de una dependienta de supermercado. Cada vez que intentan prosperar en su relación, el desempleo y las condiciones de cada uno se interpone en el amor. Se trata de uno de los títulos más románticos de Kaurismaki, aunque Fallen Leaves lo es todavía más.
En ésta su nueva película, la protagonista es Ansa (Alma Pöysti), mujer soltera que trabaja con un contrato por horas en un supermercado. Él es Holappa (Jussi Vatanen), un trabajador alcohólico con quien se encuentra accidentalmente en un karaoke. Ambos se gustan, pero una serie de malentendidos, fruto del destino o de la mala suerte, provocan que coincidir sea complicado. Al contrario que en la película de 1986, Kaurismaki se toma su tiempo (en una película de escasa hora y media) para retratar a estos dos personajes por separado. Sus viviendas, rutinas, deseos y frustraciones personales.
Fallen Leaves está repleta de lugares recurrentes en su filmografía. El bar controlado por traficantes de droga. El supermercado dirigido por gente sin escrúpulos. Las salas de cine. El puerto, industrial y sucio. Los karaokes, habitados por gente solitaria y silenciosa. Y aunque siempre sean los mismos, no se siente repetitivo. Son nuevas historias y nuevos personajes los que habitan estos lugares tan mundanos, tan poco emocionantes. Y aún así, aquí se forjan historias de amor tan bonitas como esta. «Todas sus películas son iguales» es un dicho reduccionista, porque Kaurismaki no es fiel más que a sí mismo.
Fallen Leaves es probablemente, una de las cintas más cómicas de su carrera. No solo la mejor escrita en cuestión de estructura, acciones, sutilezas y subtexto (todo está medido al milímetro, sin fisuras), sino que tiene los mejores diálogos que he visto. Cada vez que abren la boca, los personajes solo dicen frases buenísimas. Pueden ser un chiste (la salida del cine es graciosísima), o una frase demoledora (la primera discusión que tienen los protagonistas) o una mezcla de las dos.
También es la película donde la política funciona más como telón de fondo. El retrato social es constante, pero Kaurismaki introduce avances de la guerra de Ucrania (ambientando la historia en 2024, sugiriendo un futuro inmediato pesimista). Estas retransmisiones son constantemente interrumpidas por música. El mensaje se explica solo. También, la inmigración y los refugiados reaparecen aquí como ya lo hicieron en Le Havre (2011) y Al otro lado de la esperanza (2017), pero no intervienen activamente en la historia principal. Son un fondo que amplía la vista de su retrato de actualidad.
Todo esto transforma a Fallen Leaves no solo en una de las comedias románticas del año, sino también en una película tremendamente oportuna. Una apuesta por el amor, por la determinación de cuidar al otro, de mejorar. Una película que prefiere alimentar a un perro callejero que enviarlo a ser sacrificado, que prefiere dar segundas oportunidades antes que abandonar a otra persona. Que busca la paz y no el conflicto. Todo esto se traduce en puesta en escena, en lenguaje cinematográfico, en cine.
Una obra maestra como pocas.
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