Crítica de «Samsara» de Lois Patiño
En el pasado festival de la Seminci, o Semana Internacional de Cine de Valladolid, tuvo lugar el estreno de la nueva película del director gallego Lois Patiño, Samsara. Esta semana ha llegado a salas comerciales, todo un triunfo para un título de esta categoría. Aquí os dejo mi crítica de este título a medio camino entre la ficción y el documental en el que se habla de lo invisible.
El realizador gallego de 40 años Lois Patiño es una de las caras del llamado Novo Cinema Galego, en su corriente más experimental. Su filmografía, formada por tres largometrajes y más de veinte cortometrajes, descubre al mundo una visión muy única acerca del cine documental. Su lenguaje cinematográfico está muy ligado a la naturaleza. Así, Costa da Morte (2013) creaba una narrativa a través del paisaje gallego. Sus costas, sus bosques y las infraestructuras del puerto generaban una atmósfera fantasmagórica. Llevó este mismo concepto a un nivel más ambicioso con Lúa Vermella (2020) donde abraza la mitología costera, entrelazando el mar y la muerte en dimensiones físicas e imaginarias.
Samsara supone un paso más allá en su ambicioso recorrido. Abandona el entorno gallego y viaja por el mundo en busca de historias, personajes, paisajes, texturas y, sobre todo, sonidos que le ayuden a hablar de «lo invisible«. Patiño da con Bardo Thödol, el Libro Tibetano de los Muertos. Se trata de una guía de instrucciones para los moribundos y los muertos que, según la creencia del budismo tántrico, permite alcanzar la iluminación durante el periodo inmediato posterior a la muerte y por algunos días más. Patiño realiza una adaptación audiovisual de estos pasos por medio de un dispositivo a medio camino entre la ficción y el documental.
La película sitúa la acción en dos localizaciones completamente diferentes para establecer su discurso. Primero en Laos, en los templos budistas de Luang Prabang donde conviven decenas de adolescentes. Uno de estos chicos lee el Bardo Thödol a una anciana para orientarla en el más allá. Segundo, en un pueblo costero de Tanzania, principalmente musulmán. Ambas partes están narradas con un estilo similar: es contemplativo, pausado y exigente con el espectador, aunque presentan algunas diferencias.
Patiño crea un dispositivo diferente para cada lugar. Para ello, cuenta con un director de fotografía diferente para cada uno. En Laos, Mauro Herce rueda en 16mm en busca de colores y texturas que, primero, embellecen la imagen a niveles religiosos, y segundo, enrarece la atmósfera, volviéndola casi alienígena. Rueda con distancia, recurriendo a planos fijos o panorámicas, atendiendo tanto al paisaje como a la presencia humana. En cambio, Jessica Sarah Rinland rueda en Tanzania de manera más clásica. Aunque también presta atención al paisaje, se concentra en los primeros planos y detalles. En ambos dispositivos, se juega a la superposición de imágenes en movimiento, a saturar los colores y a sugerir mediante flashes de luz que asoman por el borde del encuadre.
En cambio, el jefe de departamento que permanece en ambas localizaciones es Xabier Erkizia, sonidista. Cuenta el director que, en el proceso de localización, era más valioso cómo sonaba cada lugar a cómo se veía. En todos sus largometrajes, el sonido es una herramienta fundamental en la construcción de la atmósfera. Es detallista y sugerente, capaz de huir del naturalismo y crear melodías sin instrumentos. Erkizia es el artífice del segmento más importante de Samsara. El tránsito entre la vida y la muerte. El viaje a través de sonidos, vibraciones y recuerdos que se realiza con los ojos cerrados. Los párpados registran destellos de luz que crean imágenes en nuestras cabezas, mientras que el sonido guía la narración alejándose del realismo. Es, francamente, estremecedor y sumamente original. Una experiencia.
Con todo, Lois Patiño se acerca a esa intención de retratar «lo invisible» con una mirada muy humanista. El director genera rimas entre sus dos historias, ya sea por similitudes o por desemejanza. Mientras que Laos es puramente masculino, Tanzania es femenino. Budismo frente al Islam. Diferentes razas, culturas, costumbres y maneras de ver el mundo. Así, las plantas y los animales, los paisajes y las puestas de sol, generan una harmonía exenta de todo conflicto. Patiño rueda historias de convivencia y sobre cuidados. Acerca de salir de nosotros mismos y entrar en otros. En una época tan marcada por disputas políticas, étnicas y bélicas, esta película ofrece una perspectiva de paz.
Una obra que merecería entrar en mi ranking de cine español favorito a medida que éste se amplíe.
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