Crítica de «La Sustancia» de Coralie Fargeat
Después de su paso por el Festival de Cannes este 2024 y de ganar el premio al Mejor Guion, se estrena en España la nueva película de terror de Fargeat. A continuación mi crítica de La Sustancia de Coralie Fargeat.
Fargeat se estrenó en el largometraje con Revenge (2017). Se trata de un rape and revenge, un subgénero de lo más controvertido debido al tratamiento de la violencia machista y el sexismo de su propuesta. Al contrario que en películas como I Spit on your Grave (1978) y su remake de 2010, Fargeat propone un juego con los roles de género alejándose del realismo. La protagonista, presentada bajo una mirada explotadora e hipersexualizada, sobrevivía a una más que improbable caída y herida por su propia mano. Renacía como un ave fenix sedienta de venganza y vencía a sus agresores.
Coralie Fargeat hacía uso de los programas de televisión (lucha libre para los hombres, belleza para las mujeres), la paleta de colores (las cristaleras de la casa), la localización (la casa elegante frente al desierto sucio), el cuerpo desnudo de sus personajes y la violencia explícita para trazar su discurso. Simple, pero eficaz y directo como un tiro.
La Sustancia, su segundo largometraje, sube la apuesta y eleva el discurso de Revenge hasta el infinito. Nos bastan las dos primeras escenas para entender qué nos van a contar.
El plano de apertura de La Sustancia es un cenital sobre un huevo crudo, dispuesto sobre una mesa. Aparece una jeringuilla en manos de una persona que le inyecta una sustancia a la yema. Y de ésta, nace otra yema mucho más redonda y colorada. Más perfecta. La siguiente secuencia repite el plano cenital, pero esta vez sobre una estrella de la fama en el paseo de Hollywood. Nos narra la historia de Elisabeth Sparkle (Demi Moore), quien salta a la fama, gana premios y a la que todo el mundo adora. Pero tan rápido como llega a la cima, comienza su descenso al olvido. La estrella del suelo se rompe, se mancha, se moja y se ignora hasta que pierde su significado.
Vemos el presente de Elisabeth, quien ahora protagoniza un programa de fitness a sus más de cincuenta años. Tras ser finalmente despedida por el jefe del estudio, un siempre deformado en el plano Dennis Quaid, ya no tiene ingresos regulares ni puede optar a papeles debido a su edad. Desesperada, recurre a un tratamiento experimental. La sustancia genera a «otro tú», mucho más joven y mejorada, con quien debe alternarse cada 7 días sin excepción. Así es como nace Sue (Margaret Qualley), una mujer joven y bella que despunta en todo en lo que Elisabeth ya no era capaz.
La Sustancia es un ejemplo perfecto de posmodernismo. Mezcla el argumento original del cuento de la Cenicienta con El retrato de Dorian Gray. A su vez, podemos encontrar similitudes argumentales con películas como Plan Diabólico (1966) o Inseparables (1988). También podemos trazar paralelismos con todo el cine de David Cronenberg y la «nueva carne«, eliminando de la ecuación el discurso freudiano. Faltan dedos en las dos manos para contar las referencias a otras películas en el apartado visual y estético. Desde David Lynch y El Hombre Elefante (1980) hasta 2001: Una odisea en el espacio (1968). También podríamos hablar del body horror de Brandon Cronenberg y la brutalidad de Tu madre se ha comido a mi perro (1992). Fargeat ha metido todo en la batidora y ha dado con algo.
El guion es tan poco sutil como pudiese serlo el de Revenge. Hasta tal punto que, en ocasiones, le pasa factura. La película navega en un mar de obviedades, desde personajes verbalizando sus conflictos más internos hasta la directora mostrando y recalcando el significado de cada cosa. El montaje se convierte en una herramienta de subrayado innecesaria en la mayoría de los casos. No en su totalidad, pues algunos traen mucho sentido del humor a la película. Al contrario que en su ópera prima, la directora desconfía de su propia película y puede que de la capacidad del espectador para entender algo tan sencillo.
La complejidad discursiva de La Sustancia puede compararse con el mensaje feminista de Barbie (2023). La diferencia está en el tratamiento de estos temas, porque Coralie Fargeat aborda todo con una visceralidad poco común. Las escenas eróticas o con desnudos son desagradables porque la directora transforma todo lo físico en algo repugnante. Los cambios físicos que sufre Elisabeth, a consecuencia del mal uso del tratamiento por parte de Sue, son cada vez más grotescos e impactantes. La comida se rueda, y se escucha, de forma que te cierra el estómago. La violencia se aleja del realismo pero es bruta, sorpresiva y explícita. La directora desafía a la mirada del espectador, alargando las secuencias más impactantes y acelerando todo lo demás.
No hay que desmerecer su flamante dirección de fotografía y diseño sonoro. Está rodada con un gusto impecable por lo físico, con un virtuosismo muy superior a Revenge. Hay manejo de cámara, desde planos subjetivos hasta movimientos imposibles, con escenas abstractas y tratamientos de la luz en espacios liminales, que deja a cualquiera boquiabierto. Lo mismo sucede, ahora sí con más relación a su ópera prima, con el sonido. Tan crudo y detallado que se siente en los huesos. Algunas de sus escenas más desagradables, en el mejor de los sentidos, funcionan gracias al sonido.
El cine splatter y la serie Z no es para todo el mundo. Enfrentarse a La Sustancia requiere cierto estómago con el gore y la violencia. Aunque no sea realista ni cruel, sí recomiendo discreción. Para amantes de la casquería o de cualquiera de los referentes mencionados.
Sin Comentarios