Crítica de TV. «La Casa del Dragón» Temporada 2
La segunda temporada de La Casa del Dragón, precuela de Juego de Tronos (HBO), ha terminado su emisión. Aquí mi crítica.
Parece que fue ayer cuando la exitosa serie de HBO emitió su último capítulo. Y no lo digo con añoranza. La última temporada de Juego de Tronos fue machacada por público y crítica. Una conclusión que arrastraba problemas provenientes de temporadas anteriores. Una mala escritura sumada a una mala dirección que condujo irremediablemente a un mal final. 8 temporadas de las cuales las dos últimas son olvidadas por muchos espectadores decepcionados. Y con razón.
Es por eso que la marca «Juego de Tronos» generaba más desconfianza que otra cosa. Y cuando HBO anunció numerosos spin-offs de la serie, la recepción no fue la esperada. Muchos empezaron a desarrollarse, incluso a rodarse, pero fueron cancelados. El único que vio la luz del día fue La Casa del Dragón, adaptación de un segmento del libro «Fuego y Sangre» de George R. R. Martin (autor de toda la saga). Se trata de un libro que narra, como si de un libro de historia se tratase, toda la historia de la dinastía Targaryen, desde sus inicios hasta su trágico final. La serie adapta los sucesos que comprenden la guerra civil conocida como «Danza de Dragones«, ya mencionada en Juego de Tronos.
Tanto la primera como la segunda temporada de La Casa del Dragón tiene como objetivo contextualizar una serie de hechos históricos (ficticios, obviamente). La profundidad dramática del libro de Martin es prácticamente nula. Se ciñe a los hechos de manera objetiva, sin prestar atención a los personajes o a sus emociones. Es puramente informativo. En cambio, la serie recoge todos estos hechos y les da una dimensión dramática que previamente no existía. Y eso la hace sumamente interesante.
En Fuego y Sangre, la guerra comenzó por el asesinato de uno de los hijos bastardos de Rhaenyra, pero en La Casa del Dragón se trata de un accidente. Mientras que en el libro no hay relación entre Alicent y Rhaenyra, en la serie son el eje central (de amigas a enemigas). Si en la mente de George R. R. Martin, la coronación de Aegon es fruto de una conspiración, para los guionistas de la serie es un terrible malentendido. La historia se reinterpreta y contextualiza, cambiándola para hacerla dramáticamente atractiva para el espectador.
Esta segunda temporada se diferencia de su predecesora en la escritura.
La primera estructuraba la historia en base a grandes elipsis entre sus 10 capítulos. Además de estar dividida en dos partes muy diferenciadas (acompañadas de un cambio de reparto), no era raro que pasasen meses o incluso años entre un capítulo y el siguiente. Esto influía, evidentemente, en el ritmo, pero también en el desarrollo de los personajes. La elipsis obliga al espectador a rellenar los huecos de la historia y a pensar con rapidez. ¿Qué ha vivido este personaje para que haya cambiado tanto? ¿Es la misma persona o solo lo parece? Era una narrativa muy dinámica, diferente a la de Juego de Tronos, que servía para sentar las bases de la Danza de Dragones.
En cambio, la segunda temporada regresa al esquema de Juego de Tronos. La trama se vuelve lineal y deja de haber grandes saltos temporales. Tiene sentido porque ahora la historia se centra en la propia guerra civil (o más bien, la antesala de la misma). La trama se divide en los dos bandos, negros y verdes, y a su vez esta de divide en subtramas. Así que, como antaño, tenemos a múltiples personajes distribuidos por todo el continente, con una trama o arco que eventualmente terminará confluyendo con las demás.
¿Y que tal está la escritura? Tiene luces y sombras. Por un lado, algunas de las subtramas están demasiado dilatadas en el tiempo. Personajes secundarios cuyos conflictos no varían lo más mínimo durante 8 capítulos, llegando a ser repetitivos y reiterativos. O directamente el arco de Daemon en Harrenhal, que dura 6 capítulos enteros y podría haberse resumido en la mitad de tiempo. La serie tiene la necesidad se cubrir a todos los personajes durante todos los capítulos, aunque no haya nada interesante que contar sobre ellos. Sorprendentemente, en una temporada de 8 capítulos y no de 10 (como la primera), parece que le sobra metraje.
Por otro lado, el desarrollo de este trozo de la historia sí me ha convencido. Es difícil defenderla de esta manera, pero esta temporada actúa como un «periodo de transición» hacia la guerra. No se trata de una temporada repleta de batallas y acción, aunque contiene algunos momentos potentes al respecto. Se trata de una temporada basada en el diálogo.
Discusiones, negociaciones, diplomacia y tratados. Acerca de la búsqueda de un ejército y aliados, no sobre el uso de éstos en el campo. Sobre esto, se ha perdido la agudeza e ingenio que caracterizaban a los diálogos de la primera temporada. El uso del subtexto es más limitado y todo resulta más obvio y sencillo de entender. Esto no es malo de por sí, pero me interesa un poco menos.
Pero, lo dicho; me gusta este periodo de transición. Mientras que «los verdes», encabezados por los jóvenes y vengativos hijos de Alicent, buscan la guerra a toda costa, «los negros», encabezados por Rhaenyra, hacen lo posible por evitarla. Este conflicto nos da algunos de los mejores momentos de la temporada, protagonizados por las dos protagonistas femeninas de la historia. Rhaenyra, interpretada por Emma D’Arcy, y Alicent, interpretada por Olivia Cooke. Magníficas actrices dando vida a magníficos personajes, luchando por apaciguar las aguas antes de que sea demasiado tarde.
En cuestión de puesta en escena, la segunda temporada no se distingue mucho de la primera. Este es otro punto en el que logra diferenciarse de Juego de Tronos, sobre todo en cuanto a la fotografía. La elección de ópticas y paleta de colores es lo suficientemente diferente como para separarse de la propuesta formal de la serie original. En esta segunda temporada han vuelto a contar con Alan Taylor, quien ya dirigió varios capítulos de Juego de Tronos. Pero el auténtico valor está en Clare Kilner, la mejor directora de la serie. Otros capítulos tienen una realización menos inspirada y más básica (clásicos juegos de plano general, plano y contraplano). Pero todos los capítulos contienen algún momento potente, incluso los más flojos.
En definitiva, menos interesante que la primera temporada en varios aspectos, pero capaz de mantener el tipo.
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