Crítica de «Un Sol Radiant» de Mònica Cambra y Ariadna Fortuny
El 17 de mayo se ha estrenado en unas pocas salas comerciales Un Sol Radiant, primera película de las directoras Mònica Cambra y Ariadna Fortuny. Aquí mi crítica.
Se trata de una película tan pequeña que casi cabe en la palma de tu mano. Este debut nace del TFG de las cinco cineastas involucradas en el proyecto. Mònica Cambra, directora y editora. Ariadna Fortuny, directora y guionista. Clàudia Garcia de Dios, guionista. Lucía Herrera, editora y sonidista. Àssia Júlia La-Roca, directora de fotografía. Cuenta una de sus directoras que el proyecto se frenó durante la pandemia del COVID, pero que esta circunstancia solo ayudó a su desarrollo.
Un Sol Radiant parte de una premisa tan sencilla como prometedora. Quedan pocos días para que un meteorito impacte contra la tierra y aniquile a la humanidad. Mila (Laia Artigas), su hermana mayor (Nunu Sales) y su madre (Núria Prims), pasan sus últimos días en una casa de campo, aisladas del mundo. Para exorcizar el ambiente malsano y pesimista, Mila decide organizar una fiesta que se irá convirtiendo, a medida que avanza, en una despedida. En definitiva, Un Sol Radiant es un discurso nihilista generacional.
Hay tres generaciones retratadas. La más joven, representada en Mila y su hermana mayor, que observan impotentes el caos y andan en busca de vías de escape: fiestas, amor, música, pasatiempos, etc. Rehúyen del conflicto, a pesar de ser quienes más conflicto crean a su alrededor. La generación adulta, representada en la madre, mira al fin del mundo con desesperanza. La gente de su edad y educación no ha aprendido a afrontar la muerte. Esto también se ve en el personaje de su hermana y tía de las protagonistas. En cambio, la generación más anciana, representada en el abuelo, lo afronta con mayor madurez.
La película destaca por la sencillez y minimalismo con la que tratan un tema cercano a la ciencia ficción. Primero por su localización: un pueblo con gran presencia de vegetación. La película se suma a la ola del neorrural español. Segundo, por la escasez de personajes y situaciones. Todo está concentrado en la familia, sin tener en cuenta lo que sucede en el resto del mundo. No vemos la televisión ni escuchamos la radio. El caos no está ni sugerido en el texto, así que nos encontramos en el ambiente más placentero posible. Los temas se tratan con una sensibilidad heredada de esta clase de películas y cineastas. Sin irnos muy lejos, Carla Simón. La influencia de la directora de Verano 1993 es más que obvia, aunque la puesta en escena no llega a ser tan precisa ni tan emocional.
Entiendo que por motivos presupuestarios este fin del mundo es mostrado a través de detalles y nunca por medios explícitos. La atmósfera sonora, que camufla el meteorito entre una naturaleza opresiva, da a entender el ambiente apocalíptico, igual que ciertos momentos donde la luz y los colores se vuelven anaranjados. Esta economía se puede apreciar también en su guion, aunque con resultados menos gratificantes. Mientras que el arco de las protagonistas está trabajado, el del resto de personajes queda en segundo o incluso tercer plano. Por poner un ejemplo; el abuelo tiene todo un arco de superar su miedo al agua que se ve únicamente a través de la vestimenta y algunas escenas, pero jamás se verbaliza.
Un Sol Radiant se descubre finalmente como mucho menos ambiciosa de lo que cabía parecer, reduciendo su discurso a las jóvenes protagonistas y ocultando el resto de elementos. Sin quitarle mérito a sus logros, podría haber resultado mucho más redonda si hubiese desarrollado con el mismo detenimiento al resto de personajes.
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