Crítica de «Napoleón» de Ridley Scott
Napoleón Bonaparte es una de las figuras históricas más importantes y populares. No es de extrañar que haya sido representado en la ficción en más de 30 ocasiones. Esta es la visión sobre el Emperador de Francia del director Ridley Scott y ésta es mi crítica a su película Napoleón.
Ridley Scott, director inglés de 85 años, con 28 largometrajes entre 1977 y 2023. Ha firmado dos de los títulos más relevantes del cine estadounidense y británico del último siglo, como son Alien (1979), Blade Runner (1982). Desde entonces, su filmografía ha dado tantos giros que el sello de autor se ha vuelto difuso. Scott es un realizador que se adapta al género que toque, cambiando su estilo en función del tono y las necesidades de la historia. O al menos, esa es la teoría. Desde hace décadas, sus proyectos dejan en evidencia sus carencias como cineasta. Nada que ver con sus comienzos en los años 70.
El estilo de Scott es muy clásico. Cojamos como ejemplo The Last Duel (2022), una película seria y contenida que narra tres puntos de vista diferentes sobre el mismo suceso. Él, como otros muchos directores clásicos, no impone su visión sobre el guion, sino que se «somete» a él. El texto ya especifica cómo debe ser la película, así que Scott se limita a traducir las palabras en imágenes. Por su parte, no hay ninguna decisión clave sobre la forma. No hay un dispositivo fílmico que acompañe o que vaya más allá de lo escrito. Así que ya podemos rezar porque el guion esté bien.
Esto implica que, cuanto mejor sea el guion con el que trabaja, mejores resultados logrará. Así tenemos películas buenas como The Martian (2015) y películas malas como Exodus (2014). Pero lo más destacable para mí es que Scott se desentiende de muchas de sus labores. Napoleón (2023) no es la excepción.
Se trata de una película muy ridícula. En ella Bonaparte es un personaje que roza la caricatura, sin ser grotesco del todo pero sí divertido y penoso. Es imposible referirse al guion como un «estudio de personaje» porque no indaga en absoluto en su psicología, pero tampoco tiene el tratamiento de una sátira. No es una película centrada en la figura del estratega, ni el esposo, ni el perdedor. Napoleón quiere retratar su figura histórica con descaro, donde caben épicas victorias bélicas y pataletas de niño pequeño.
El mismo hombre que dispara cañones contra una protesta de civiles se lanza trozos de comida con su esposa en mitad de una discusión. El mismo general que se encara (literalmente) a un antiguo faraón se comporta como un pervertido y un niño. Es probable que Napoleón Bonaparte y miles de personas de su estatus se comportasen de esa manera, pero para la película de Scott no hay duda. No hay espacio en la conversación para un debate sobre la rigurosidad histórica de Napoleón. Tampoco lo hubo en Gladiator (2000). Sin embargo, su realismo le juega una mala pasada al tono.
Scott dirige Napoleón con total seriedad. Esto provoca un desequilibrio general. Las secuencias más cómicas se quedan atrás por la escasa (o nula) intención de Ridley Scott tras la cámara. En el mejor de los casos, presta atención a un gesto interpretativo que da sentido a la secuencia. Pienso en la escena donde convence a unos pocos soldados de que le salven de una muchedumbre furiosa. En el peor de los casos, la comedia aparece de manera accidental o imprevista. La misma comedia involuntaria que estaba presente en House of Gucci (2021).
Por si esto fuera poco, el drama no funciona de ninguna manera. La relación entre Napoleón y Josefina está muy pobremente desarrollada. Parte de la culpa de esto seguramente sea el montaje, que encadena sus escenas sin rastro de progresión emocional o intención dramática. No hay más que ver las tres secuencias consecutivas en las que discuten y se reconcilian, sin motivo alguno.
Sin embargo, la faceta bélica de Napoleón está mejor ejecutada. Aunque narrativamente sean simples, a excepción de la batalla de Austerlitz (la única que presta atención a la estrategia durante la batalla), sí son vistosas y entretenidas de ver. No es de extrañar teniendo a Dariusz Wolski como director de fotografía. La misma persona que hizo la trilogía de Piratas del Caribe, entre otras, sabe un par de cosas sobre como rodar esta clase de secuencias.
El gran acierto de Napoleón es contar con un actor con la creatividad de Joaquín Phoenix. Igual que sucedió en Joker (2019), se adueña de la película y la moldea a su criterio. Si Scott tomó una buena decisión, de manera más o menos consciente, fue dejar a su actor protagonista dirigir. Así, su película seguirá sin ser buena, pero por lo menos tendrá un atractivo y algo a lo que aferrarse.
Es más que probable que haya una mejor película en el montaje de 4 horas que estrenará Apple TV en exclusiva. Muchos de los problemas derivados del montaje son fácilmente solucionables. La relación entre los dos protagonistas, que es de lejos lo menos desarrollado, podría dar mayor firmeza al conjunto. Sin embargo, dudo que reanime la falta de dirección de Scott.
Sin Comentarios