Guionistas de cine negro en Hollywood
Cuando la pujante industria cinematográfica norteamericana necesitó alimentarse de historias, echó mano de algunos escritores del momento para escribir sus guiones. Muchos de ellos eran autores habituales de novela negra y dieron el paso a trabajar como guionistas de cine negro en Hollywood.
Por otra parte, los escritores de novela negra se convirtieron en el tipo de autor más adecuado para el naciente cine sonoro por su cercanía al realismo social y su gusto por la literatura basada en la acción exterior y en los diálogos. Sus historias se adaptaron al cine de maravilla.
Es decir, la novela negra norteamericana de la primera mitad del siglo XX tuvo una relación directa con el cine producido en aquellos años dorados.
Novela negra y cine negro norteamericano
La industria cinematográfica americana de los primeros años incorporó rápidamente a varios de los más distinguidos especialistas en relatos clásicos del cine negro, al tiempo que se nutría de realizadores procedentes de Europa Central huidos del Nazismo.
El cine negro emprendió así su década prodigiosa estableciendo el nexo definitivo entre un determinado estilo literario y una concreta escuela de narración visual.
Aunque el binomio escritor-guionista es complejo (Véase entrada Escritor y Guionista. ¿Amigos o Enemigos?), es un fenómeno histórico innegable que toda una generación de novelistas norteamericanos estuvo presente en el origen del cine negro al compás de la implantación masiva del sonido.
De tal manera, casi todos los escritores de novela negra de la época colaboraron de alguna forma en la producción de películas, bien su faceta de guionistas o adaptadores ellos mismos, bien facilitando que sus relatos entraran en el círculo de los estudios para terminar en la gran pantalla.
El primitivo cine negro americano, que se basaba a su vez en el relato del mismo género, adquirió un cierto aire de denuncia sociopolítica. No hay que olvidar que todo ello se desarrolló en el marco de la realidad social de la Gran Depresión y del clima liberal de la administración Roosevelt.
Autores de novela negra americanos y sus vínculos con el cine negro de Hollywood
Fueron muchos los escritores que trabajaron en Hollywood. Raymond Chandler, aprovechado en alguna película menor, se veía filmado con todos los honores a través de Murder My Sweet (Historia de un Detective, 1944) de Edward Dmytryk y The Big Sleep (El Sueño Eterno, 1946) de Howard Hawks.
Dashiel Hammet escribió la historia original para City Streets (Las Calles de la Ciudad,1931) de Rouben Mamoulian y trabajó en la primera versión de The Maltese Falcon (El Halcón Maltés, 1931) de Roy del Ruth.
James M. Cain era llevado una y otra vez al cine. William Irish se convertía en un autor predilecto de los estudios. Al igual que Chandler, Burnett, Latimer, Cain y el propio Hammet, Irish trabajó como guionista para la industria cinematográfica.
En opinión de J.M. Latorre y Comas, “la confluencia de este cúmulo de circunstancias dio como resultado más positivo, estéticamente hablando, el desarrollo de un lenguaje elíptico y simbólico con el que la expresividad cinematográfica amplió sus horizontes, de forma que el estilo del cine negro de los años cuarenta no determinó sólo un avance visual, sino también narrativo”.
Las revistas “Pulp”
En este contexto nacieron unas revistas baratas llamadas “pulps” por el barato papel de pulpa con que estaban impresas. Estas publicaciones se hicieron muy populares, ganaron terreno y empezaron a generar títulos con amplia presencia del crimen que estaba presente en la sociedad norteamericana.
Las historias de los «pulps» asumieron la crónica testimonial de la violenta cotidianeidad. Una típica expresión de los años 20, “hard-boiled” sirvió para designar a personajes, normalmente detectives privados, que se enfrentaban al mundo de los gangsteres con los mismos métodos que aquéllos.
El más famoso de aquellos “pulps” fue Black Mask. Nació en 1920, siendo sus creadores Menchen y Nathan. Con el tiempo pasó a las manos de otros propietarios y directores pero siempre fue buen ejemplo de una conciencia sociopolítica con ambiciones literarias muy concretas.
Durante la segunda mitad de la década de los 20, las páginas de «Black Mask» acogieron narraciones de Dashiell Hammet, Raoul Whitfield, Horace McCoy, Norbert Davis y Frederick Nebel, entre otros, a los que se añadirían en los primeros años treinta, hombres como James M. Cain y Raymond Chandler. Todos ellos constituyeron la primera época de la llamada la novela negra.
El Código Hays y la censura
Cuando, en 1922, William H. Hays accedió al cargo de director de la “Motion Picture Producers and Distributors of America, Inc”, se propuso desde ese Organismo que el cine ofreciera una imagen pública de limpieza y moralidad.
En la práctica, esto suponía impedir, bajo excusas de una hipócrita ética, que las películas asumieran las actitudes ideológicas que políticamente no interesaban. Por ello, a partir de 1927 se redactaron sucesivos códigos auto-censores que fueron poniendo cada vez más énfasis de la prohibición de denunciar a los representantes del orden público y de justificar de algún modo a sus enemigos.
Sin embargo, conforme avanzaba la sociedad norteamericana a lo largo de los años treinta y cuarenta, tenía lugar una silenciosa revolución en las artes de masas. Incluso el lenguaje de los diferentes medios expresivos –musical, literario o fílmico- empezaba a volver la espalda a los códigos normalizados desde la cultura oficial y vivió experimentos creativos interesantes.
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