Éste es el título de mi crítica de cine de hoy: Petite Maman de Céline Sciamma, o cómo acostumbrar los ojos a la oscuridad. A continuación os explico el porqué.
Desde sus inicios, Céline Sciamma ha configurado una forma narrativa en cada una de sus películas, en las cuales el deseo, la empatía y la delicadeza son elementos primordiales. Pero por encima de eso, es una cineasta que trabaja desde la sutileza.
En Tomboy (Francia, 2011) le basta con un plano fijo sobre dos chicos que no pueden mirarse mutuamente para hablar de la transexualidad en la infancia. En Retrato de una mujer en llamas (Portrait de la jeune fille en feu, Francia, 2019), un sencillo grabado floral concentra la imperecedera relación amorosa entre una artista y su musa.
Pero es Petite Maman (Francia, 2021), su último largometraje después de Retrato (su obra más grande), la película que mejor refleja ese minimalismo suyo tan característico. Y es que Petite Maman, (su obra más pequeña) puede con todo lo que se le ponga por delante.
Petite Maman reduce al mínimo los recursos habituales de su directora. Si en Water Lillies (Naissance des pieuvres, Francia, 2007) había un valioso número de secundarios que acompañaban a la protagonista en su “viaje”, aquí encontramos únicamente tres secundarios; una madre, un padre y una abuela.
Si Tomboy desarrollaba su historia en escasas localizaciones (Casa _ Urbanización _ Cancha de fútbol _ Bosque _ Lago), aquí le basta con una casa y un bosque. Si en Retrato de una mujer en llamas apostaba por una fotografía pictórica de gran complejidad técnica y estética, aquí emplea un estilo más sencillo en apariencia. Sciamma logra depurar su estilo y dar con un dispositivo tan sencillo que parece admitir cualquier cosa…
El guion desarrolla una fábula acerca de la maternidad en un marco de realismo mágico, pero la fantasía pasa por delante de tus ojos casi sin que te des cuenta. Esta herramienta permite a la directora acercarse, de manera casi fugaz, a otros géneros. Un ejemplo es cuando Nelly, la protagonista de 8 años, visita la casa de su madre en el pasado y se inquieta al encontrarse con su abuela, quien ha muerto al inicio de la cinta. La imagen es la de una mujer durmiendo, dando la espalda a la puerta. Un espejo, debidamente colocado, no refleja su rostro. El ambiente sonoro se vuelve opresivo, acompañado de una respiración cortada. Es como asistir a la aparición de un fantasma.
Una gran aliada de Sciamma en la película es la directora de fotografía Claire Mathon, en su segunda colaboración tras Retrato. El estilo de Mathon es elegante e íntimo, muy estilizado en el uso de la luz. Como explica en una entrevista, Mathon toma como referencia el cine de Hayao Miyazaki y Mamoru Hosoda al usar colores sólidos, espacios naturales y “elementos fantásticos cotidianos”.
Mathon opta por una pintoresca luz otoñal que baña por completo los escenarios. La vegetación se refleja en las paredes de una casa vacía, sobre la que proyectar rayos de luz, generar sombras y sugerir presencias. Por la noche, los colores cálidos del hogar se mezclan con los azules fríos del exterior, logrando una atmósfera que escapa del naturalismo. La cámara se sitúa siempre a la altura de la protagonista y la de su imaginación. La sigue con una distancia que busca ser más mental que física. Los adultos deben sentarse o arrodillarse para estar en el marco de Nelly. Así, el punto de vista hace de cada momento único y particular.
La fotografía es solo uno de los aspectos que hacen de Petite Maman una de las películas más especiales de 2021, y es que, a pesar de ser muy pequeña, no hay suficientes palabras para expresar lo grande que es.
Sin Comentarios