Crítica de «Gladiator 2» de Ridley Scott
Para sorpresa de muchos, la afamada película de Ridley Scott del año 2000 se ha visto continuada con una secuela 24 años después. Una secuela que nadie ha pedido y que ha dividido a los fans de la primera. Aquí os dejo mi crítica de Gladiator 2 de Ridley Scott.
Gladiator, ganadora del Óscar en 2001, fue un hito en el cine de aventuras y el Péplum (termino asignado a las películas ambientadas en la Roma Clásica). Su guion, desarrollado por David Franzoni y reescrito por varios guionistas durante el rodaje de la misma, recogía varios tics de este tipo de películas. Podemos encontrar paralelismos con Espartaco (1960) de Stanley Kubrick, Ben-Hur (1960) de William Wyler y otras películas en cinemascope en los años 50 y 60.
Lo cierto es que el Gladiator de Ridley Scott no es de mis favoritas. El director de grandes obras maestras como Alien (1979) o Blade Runner (1980) lleva ya más de dos décadas dirigiendo con el piloto automático, escogiendo proyectos con guiones muy pobres y una dirección poco inspirada. Gladiator no queda exenta de esta tendencia. Su historia de aires shakesperianos, mezclada con secuencias de acción y clichés variados, daba la sensación de ser un pastiche. Esto se debe, parcialmente, a que el guion no estaba cerrado cuando empezó el rodaje y hubo mucho margen para la improvisación. Pero gran parte de la culpa fue del director y de sus carencias narrativas.
La verdad es que, habiendo visto su secuela, es fácil apreciar las decisiones que Ridley Scott tomó en el 2000, ya que esta segunda parte carece completamente de decisiones.
Gladiator 2 sucede 16 años después de los eventos de la primera película. Lucio (Paul Mescal), heredero de Cómodo, vive en la clandestinidad alejado de Roma. Su hogar es asediado por un ejército comandado por Justo Acacio (Pedro Pascal), un general romano que simplemente sigue órdenes. La mujer de Lucio muere durante la batalla y él es vendido como esclavo a Macrinus (Denzel Washington), quien le pone en la primera fila de sus gladiadores.
¿Os suena de algo?
El argumento de esta secuela sigue los pasos del de su predecesora, convirtiéndose en una especie de reboot como también lo fue El Despertar de la Fuerza (2015). Aunque con menos intencionalidad. La originalidad brilla por su ausencia. Nos encontramos ante otra historia de venganza, de corrupción y de rebelión. Los personajes han cambiado, pero no aquello que representan. Las formas son más contemporáneas, pero menos expresivas.
No todo es malo desde el punto de partida. Se presenta a una Roma corrupta y sin esperanza, dominada por dos hermanos (a lo Rómulo y Remo) corruptos e infantiles. El «sueño» que describía el personaje de Marco Aurelio de convertir Roma en una República, ha caído en el olvido. El personaje de Justo Acacio es de los pocos que están dispuestos a plantarles cara y organizar una revuelta en su contra. El problema es que todo esto está muy pobremente escrito. Los personajes se definen con pura exposición, sin desprender genuino interés por lo que hacen o lo que esconden. Todo es tan inmediato y tan obvio que la película viene esterilizada desde el inicio.
La venganza y posterior redención de Lucio no deja de ser un calco del arco de Máximo en la primera entrega, con un par de diferencias, pero con mucho menos carisma. Ni la escritura ni el propio actor es capaz de hacer de este personaje uno lo suficientemente llamativo como para liderar una aventura épica. Y no es por falta de talento en Paul Mescal, sino por falta de dirección. Lo que sobresale, y mucho, es Denzel Washington. No solo porque su personaje es el único escrito con algo de gracia (ocultando deliberadamente sus intenciones y su pasado), sino porque es el actor que más aporta a su personaje. Puede que destaque más por el contraste con el resto del reparto y no tanto por sus cualidades, pero es de lo único que me voy a acordar en esta secuela.
Hablando de cosas olvidables llegamos a Ridley Scott. Sucede aquí lo mismo que en Napoleón, su anterior película. Quitando la dirección plana y aburrida de las secuencias de personajes conversando o caminando, tenemos secuencias de acción con puntos interesantes pero con una dirección igual de plana. Scott dirige todo igual. Planos de establecimiento, conversaciones de plano y contraplano, algún general con el blocking menos inspirado que puedas imaginar y a otra cosa. Las secuencias de acción las rueda de la forma más rápida posible: numerosas cámaras dispuestas por el escenario. El problema es que el montaje es tan malo y la fotografía es tan fea que todo parece deslucido.
La acción tiene mayor impacto aquí que en la original (lo que tampoco es muy difícil), pero está rodada sin intencionalidad. No hay decisiones estéticas. Nos topamos con una narrativa accidentada, algo atropellada, con un montaje tan caótico que uno se pregunta qué criterio había en la sala de montaje. Además introduce referencias (planos, incluso) de la película original de una forma tan forzada y desvergonzada que sonroja al mayor fan del primer filme. Uno se sorprende cuando la dirección respeta una coreografía de pelea o deja apreciar su diseño de producción (sets reales, pero tan mal rodados que parecen pantallas verdes). Si la película abrazase su tontería y se convirtiese en una peli de aventura trash, desprejuiciada y que no se toma en serio a sí misma, tendría valor. Pero Scott lo rueda con la misma seriedad de siempre. Una pena.
En definitiva, mi crítica de Gladiator 2 de Ridley Scott se resume en una frase: una decepcionante secuela de una película ya de por sí decepcionante.
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