Crítica de «Kinds of Kindness» de Yorgos Lanthimos
Después de su estreno en el Festival de Cannes de 2024, llega a las salas Kinds of Kindness de Yorgos Lanthimos. Ésta es mi crítica.
Yorgos Lanthimos, cineasta griego de 50 años, está en la cima de su carrera en cuanto a éxitos se refiere. El director de Pobres Criaturas (2023), que critiqué en su momento y que podéis releer aquí, regresa al año siguiente con una inesperada nueva película, muy distinta a sus últimos títulos. Tanto en la anterior como en La Favorita (2018), Lanthimos se había alejado de la estética de sus primeros trabajos como director, pero ahora está de vuelta al universo con el que se dio a conocer.
Hablamos del mundo de Canino (2009), Alps (2011) y Langosta (2014). Historias ambientadas en la actualidad, en entornos reconocibles por el espectador, radicalmente enrarecidos y desprovistos de humanidad. Lanthimos vuelve a reunirse con el guionista de dichas películas: Efthymis Filippou, cuyo estilo ha ayudado a definir el del propio director. Es tremendamente frío en el desarrollo de sus personajes, cruel en sus acciones, deshumanizado en los diálogos. Moldea el tono de formas bizarras y políticamente incorrectas. Dosifica la información y estructura sus historias de tal manera que el espectador está constantemente puesto a prueba, exigiéndole atención y análisis.
Kinds of Kindness es un filme que se compone de tres pequeñas películas. Lo que suele llamarse «tríptico«. Historias auto conclusivas, sin relación directa entre ellas, más allá de temas discursivos y estéticos. Encontramos relatos de dependencia emocional y jerarquías de poder en la primera, «doppelgangers» y relaciones de pareja tóxicas en la segunda y sectas y familias desestructuradas en la tercera. En particular, cada una tiene sus particularidades, pero en una visión general, encontramos de nuevo el discurso cínico de su director. En todas ellas expresa su odio, su desagrado, su malestar con la humanidad.
Como en todas las películas compuestas de pequeños relatos, todo termina sintiéndose, en mayor o menor medida, irregular. Siempre (aunque no necesariamente) habrá una que destaque sobre el resto o que resulte menos interesante. Y es el caso de la que nos ocupa. La primera historia, titulada «La muerte de R.M.F« es realmente buena. En clave de comedia negra, sigue los patéticos intentos de su protagonista por satisfacer los perversos deseos de su jefe, a quien ha defraudado. Se trata de una perversidad muy reconocible en el cine de Lanthimos, sumado a un escabroso sentido del humor y a una escalada de violencia imparable.
En cambio, la segunda historia, titulada «R.M.F está volando» es una grave patinada. Aquí la acumulación de ideas y giros de guion nunca terminan de cuajar, o siquiera funcionar. Al comienzo de la historia, una pareja de amigos visita al protagonista, quien está pasando una mala época debido a la desaparición de su mujer. Él propone ver una sex-tape en la que participan las dos parejas, lo que provoca incomodidad en la cena. Un chiste que se queda en eso, una simple gracia que no contribuye a nada más. Todo se siente una imitación del propio estilo de Lanthimos y Filippou. Está llena de secuencias y recursos sin demasiado criterio y muy poca gracia, más preocupados por provocar o sorprender que por narrar.
Por suerte, la tercera historia, «R.M.F se come un sandwich», recupera parte de la gracia de la primera, pero sin llegar a alcanzarla. Y parte del problema reside en la segunda y en el agotamiento formal y discursivo de la misma. No es porque se repita la misma estructura en las tres historias ya que eso da una sensación cíclica que encaja con el universo de la película. Es la escasez de originalidad y de herramientas en el guion para hacer de este igual de atractivo o más que el primer relato. También es la total falta de humanidad por parte de sus autores, que fácilmente puede terminar agotando o desasosegando al espectador. Canino es cruel y retorcida, pero se siente más honesta que Kinds of Kindness. Aquí hay más onanismo esteta que auténtica intención cinematográfica.
La puesta en escena y el tono se acercan mucho a El Sacrificio de un Ciervo Sagrado (2017), mi película favorita de su filmografía. En ella, las formas se acercaban de manera incesante al terror sobrenatural, recordando a El Resplandor de Kubrick. Planos de seguimiento de los personajes por interminables pasillos. Zooms in y out. Espacios de grandes dimensiones que muestran, a plena luz del día, horrores cotidianos inconcebibles. Música impredecible, mutante. En Kinds of Kindness, la propuesta está más enfocada a la comedia, con trazos de suspense e incluso terror. Mismos gestos cinematográficos, pero en contextos diferentes. Menos creativa en la planificación, menos impactante en el uso de estos recursos. Menos funcional, en definitiva.
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